Les aburrimos. Mientras en el parlamento alemán se debatía el rescate de Grecia, el ministro de finanzas germano mataba el tiempo haciendo sudokus, una actividad que, por lo visto, a ese señor le interesa más que el porvenir de un país entero. Total, qué más da: son sólo griegos. Si fueran de los suyos igual prestaba un poco más de atención.
Y es que parece que no les interesamos gran cosa. Sí, vale, los del sur de Europa somos útiles como consumidores de sus productos, tenemos cierta gracia cuando nos ponemos de fiesta y para tomar el sol inflándose de cerveza no hay como nuestras costas. Pero, por lo demás, resultamos un tanto molestos. Somos gritones, folloneros, desordenados, poco disciplinados, y ahora, para colmo, nos comportamos como plañideras para que nos presten su pasta. La pasta que previamente ganaron vendiéndonos sus coches, lavadoras, trenes de alta velocidad y pasillos mecánicos para los aeropuertos vacíos. Porque nuestra chifladura tuvo unos cuantos beneficiarios. Uno de ellos, y principal, Alemania.
Significativo es el caso de las empresas alemanas radicadas en las Cuencas. A Thyssen, por ejemplo, le cedimos una parcelita, la pusimos guapa, incluso llegamos a cortarle el césped. Máximas facilidades para su asentamiento. Sin embargo, después de todo este tiempo, la involucración de la empresa germana en nuestra sociedad ha sido y continúa siendo nula. Ni un patrocinio, ni una colaboración, ni una muestra de gratitud. Al contrario de lo que suele suceder en su país de origen, donde todo es poco con tal de que los logos empresariales luzcan en los acontecimientos sociales y deportivos. A nosotros, simplemente nos ignoran. Somos útiles mientras regalemos suelo industrial, no protestemos y, además, compremos lo que producen. Pero de relacionarse, ni hablar.
El gran reto de Europa es lograr unir en lo fundamental a gentes de lo más diversas. Pero nunca seremos alemanes, aunque a fe que lo intentaron, ni viviremos como ellos, ni entenderemos la vida a su manera. Y es un despropósito pretender un todo uniforme desde el Ártico hasta el Mediterráneo, bajo un mando único. En este viaje todos sabemos hacer alguna cosa bastante bien y todos somos capaces de cometer graves errores. Todos. Incluso Alemania.
Publicada LNE 13/3/2012
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