Me entero por la tele de que en Berlín existe un grupo de guerrilleros jardineros. Sí, soy consciente de que suena raro y no se trata de un error: guerrilleros jardineros. Su lucha consiste en tomar al asalto parterres sucios, zonas verdes descuidadas, jardines abandonados y, arriesgándose a ser detenidos por la policía, hermosearlos, limpiarlos, repoblarlos de plantas y flores. Así, con estas acciones, consideran que ponen en evidencia al poder público, que le sacan los colores a la indolente e inoperante administración. A los ojos de un español normal estos tipos son unos idiotas. ¿A quién se le ocurre protestar embelleciendo las ciudades? Lo suyo es dejarlo todo hecho un asco, romper las cabinas telefónicas, pintarrajear las paredes, volcar los contenedores de basura. Lo de estos chiflados berlineses es como lo de los japoneses y sus huelgas desquiciadas.
Hace unos días, a la inefable Ana Botella se le ocurrió plantear la conveniencia de recurrir a voluntarios para atender determinados servicios, como bibliotecas, dado que a las administraciones no les alcanza la pasta para tanto empleado. La risotada general fue inmediata. ¿Trabajar gratis? Vamos anda, Anina, mira a ver qué te has tomado que te produce alucinaciones. Antes se cierra la biblioteca que pasar por semejante vergüenza.
Hace años, en un recorrido por Suiza nos contaron que se constituyen brigadas de voluntarios que dedican las mañanas de los fines de semana al adecentamiento de las rotondas de carreteras y autopistas. Las carcajadas dentro del autobús repleto de españoles pudieron escucharse fuera. “Estos suizos son bobos” –exclamó alguien y los cincuenta pasajeros reímos al unísono. Además de pagar impuestos, pasan la escoba a las cunetas. Ya saben, ese dicho tan cierto, tan español y tan malsonante de “yo, donde pago, cago” resulta incompatible con el modo de entender la vida en común más allá de nuestras fronteras. Aquello está limpio; esto lo tenemos hecho un asco. Ellos, además de ensuciar menos, limpian incluso gratis. Nosotros no tenemos miramientos a la hora de ensuciar, pero protestamos por la falta de limpieza. Para eso pagamos impuestos. Y de ayudar a cuidar los jardines, ni hablar. Hay principios por los que vale la pena morir, aunque sea rodeados de mierda.
Publicado LNE 28/02/2012
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