Se pregunta un buen amigo cómo es posible que, con el panorama que tenemos, no se discutan los salarios que perciben los deportistas de élite y, en particular, los futbolistas de Primera División. Y es que es cierto que nadie pone el grito en el cielo por las millonadas que cobran, por ejemplo, Messi y Ronaldo, fortunas abonadas, todo sea dicho, por clubes cargados de deudas, a los que financian bancos y cajas que, a nuestro pesar, estamos avalando todos.
Es insostenible que una sociedad recorte los presupuestos para sanidad y educación al tiempo que consiente que las diferencias entre los de arriba y los de abajo se amplíen. Es una inmoralidad que en un país en el que hay ciudadanos que se están quedando literalmente en la calle, con una mano delante y otra detrás, cuando la solidaridad debería ser el lema, se paguen alegremente doce millones de euros a un fulano para que le de patadas a un balón, por muy bien que lo haga. Y de aurora boreal resulta que la empresa que paga esa barbaridad de dinero mantenga deudas con Hacienda, la Seguridad Social, etcétera.
Sin embargo, no pasa nada, la sociedad lo tolera, incluso lo aplaude. Qué más da que me haya quedado sin trabajo, que se me agote la prestación, que no me llegue para pagar la letra del piso: este año tenemos un equipazo. Los palcos de los estadios están plagados de autoridades conniventes y los graderíos repletos de gente pasándolas canutas, pero rendida ante los millonarios que lucen la camiseta de sus amores. No tendré donde caerme muerto, pero que a mi delantero centro no le falte de nada. Y que lo renueven cueste lo que cueste.
Fíjense en la dificultad que supone movilizarnos, lograr que nos echemos a la calle a protestar contra la merma de nuestros derechos y a exigir que lo que se está haciendo rematadamente mal comience a hacerse bien. Sin embargo, no tengo la menor duda de que si la huelga de los futbolistas se hubiera prolongado tres o cuatro jornadas más, aquí se arma la marimorena. Porque, como reza un anuncio de televisión, “el fútbol es la vida”. Nada menos que la vida.
Publicado LNE 06/10/2011
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