jueves, 29 de septiembre de 2011

DE BAR EN BAR

Ahí está otra vez. Me pone enfermo verlo cada mañana metido en los bares. Allá donde vaya, él está en la barra del bar de al lado. El individuo en cuestión ya se ha convertido en la comidilla del pueblo. Nadie le ha visto jamás trabajando, a pesar de que sabemos que es un empleado público. Y está comprobado, porque sucede a diario. Un tipo que consume la mayor parte de su jornada laboral, no en su centro de trabajo sino en la mitad de las cafeterías de la localidad.
La verdad es que no reparé en su existencia hasta que un conocido me puso en antecedentes. Pero desde que lo tengo identificado puedo atestiguar que el fulano de marras está cobrando una nómina pagada por todos los españoles y que, a cambio, cada día laborable no hace otra cosa que apalancarse en los bares y tocarse las gónadas a dos manos. Porque lo suyo no es salir a tomar el pincho y demorarse un rato, qué va; este desgraciado no pisa la oficina. Y, por la despreocupación que manifiesta, nadie corre tras él, ningún superior lo vigila, no hay amenazas de sanción que pongan en peligro semejante bicoca. Él, tan tranquilo y cobrando un buen sueldo por pasarse las mañanas tomando café, sin darle un palo al agua.
Y reconozco que me puede la cobardía, que no le digo nada porque pienso que, siendo de conocimiento general, han de saberlo también sus jefes, que lo consienten. Y los compañeros de trabajo. Y todos los ciudadanos que pasan por su oficina y jamás lo encuentran. Si ellos callan y otorgan, no veo por qué debo ser yo el que se lo eche a la cara y le cante las cuarenta. Pero me enferma, no lo puedo evitar. Un país lleno de gente válida, cumplidora y honesta en paro mientras este sujeto pasea groseramente cada mañana una formidable vagancia que financiamos entre todos.
No dudo de que si hubiera más tipos así los hosteleros darían palmas con las orejas pero no se gana una oposición para esto. Y ya que nos está estafando a todos, al menos podría tener el detalle de disimular un poco.

Publicado LNE 28/09/2011

miércoles, 28 de septiembre de 2011

TACONES

Vista desde atrás, la escena no tiene desperdicio. Una parejita muy joven, como de unos quince años. A él se le ve comodísimo. Amplia camiseta, pantalones enormes medio colgando y playeros. Ella, por el contrario, camina fatal sobre unos tacones altísimos. Y es que lleva los pies casi en perpendicular con el suelo. Duele sólo de verlo. Además, la falda es tan corta, pero tanto tanto, que la pobre no puede dejar de sujetarla con las manos pues, de no hacerlo, acabaría enseñando hasta la trompa de Falopio. Desde mi posición, no le veo la cara, pero apuesto lo que sea a que va maquillada, pintada como la puerta del salón. Ya me contarán qué sentido tiene que una niña se destroce los pies y la cara a edad tan temprana.
El extraño camino hacia la igualdad de sexos nos deja postales sorprendentes y contradictorias. En mi juventud también nos complicábamos la existencia con las tonterías de las modas, pero las chicas no necesitaban recurrir a estos suplicios para estar guapas. Tacones siempre los hubo. Y maquillaje. Pero esto, lo que estoy viendo, es una pasada. Y para mí que marca la dirección contraria de la igualdad.
Cómo es posible que se estén generalizando las operaciones de implante de pecho en poco más que quinceañeras. Qué demonios les estamos enseñando. Para qué sirve tanta campaña. Para que con treinta y tantos tengan unos juanetes como el espigón del Musel y la piel de la cara como una lija para madera. Y mientras, los chicos cada vez más a sus anchas. Ni calzado incómodo, ni pinturas en la cara, ni complicaciones por el estilo.
El valor de una mujer no se debe medir por la sombra de ojos o los centímetros de tacón. Pero se está haciendo. Y por las propias mujeres, que es lo más triste, que por una parte luchan para que la sociedad deje de juzgarlas por su aspecto externo mientras que, por otra, cada vez lo potencian más.
Los pies de una niña de quince años no deberían estar sometidos al tormento de unos zapatos de tacón. Y ese tormento no es ocurrencia del hombre.


Publicada LNE 06/08/2011

MEJORANA

Dedicamos el paseo de vuelta a recolectar mejorana, que crece en los bordes del camino y que bien repartida, impregna toda la casa de un agradable olor. Nada que ver con esos ambientadores con los que pretendemos enmascarar lo que hay con el aroma de lo que desearíamos que hubiera. Al fondo, la silueta de los montes que delimitan Asturias se dibuja al contraluz. Sobre ellos asoman trazas de nubes. Aquí hemos disfrutado de una jornada de pleno verano, despejado y seco, aunque refrigerado gracias a una suave brisa de nordeste. Allá, me temo, ha sido otro día típicamente asturiano, de esos en los que resulta imposible insolarse.
Valentín ocupa una de las sillas del jardín. Duerme panza arriba, estirado a la larga. Es tal la profundidad de su sueño que nuestra llegada no hace que abra los ojos. Por culpa de una gatita pizpireta, pasa las noches en vela, metido en broncas con los demás pretendientes. La competencia es dura. El ojo a la virulé terminó sanando. Aún quedan huellas del mordisco en la oreja. El día lo dedica a recuperarse de los excesos nocturnos, que son muchos.
Esta temporada mis obligaciones han cambiado. Cada mañana debo comprobar que los cuencos de comida de los felinos – y del erizo que tenemos de ocupa- no estén vacíos y proveer a la familia de una contundente y aromática fabiola y de la prensa del día.
En cuanto al tema alimentario, siempre importante, cada vez estoy más convencido de que con una dieta exclusiva de jamón ibérico, gambas a la gabardina y cerveza se puede sobrevivir perfectamente. Desconozco si la expectativa de vida se resentiría, pero valdría la pena.
Y aún me sobra tiempo para escribir chorradas. Y esta vez no tengo la excusa de las prisas. Es el simple placer de pensarlas y escribirlas.
Al olor de las gambas, Valentín sale de su catatonia y maúlla reclamando su ración.  Nadie tiene valor para negarle una gamba al jefe de la casa.
Me refugio en la habitación del gallinero y enciendo el ordenador. Cierro los ojos en búsqueda de inspiración, que me llega envuelta en la fragancia de la mejorana.


Publicado LNE 14/08/2011

PLANES


Tenía un pariente cuya mayor ilusión en la vida era comprarse un coche deportivo, concretamente un Porsche. Y deseaba conocer los lugares remotos de los documentales que tanto le gustaba ver. Trabajó duro, partiendo de la nada creó e hizo prosperar una empresa que daba de comer a medio centenar de familias, sacó adelante a su prole y cuando, por fin, estaba en condiciones de disfrutar de lo cosechado, el cuerpo se empecinó en llevarle la contraria. Con la jubilación tuvo que renunciar al Porsche de sus sueños porque su castigado esqueleto ya no estaba en condiciones de doblarse para entrar y salir del angosto habitáculo. Y se echó atrás en su propósito de conocer Australia. Con la vejiga medio suelta y la riñonada al jerez, sólo pensar en la paliza de horas de avión le ponía los pelos de punta. El reloj de oro dormía en un cajón porque apenas veía las agujas. Adiós a las cosas ricas de comer: nada de grasas, nada de alcohol, ni chuletones ni paletillas de lechazo; verduritas y pescadín a la plancha. Todos los proyectos quedaron mediatizados por las citaciones de las diversas consultas médicas. Además, los hijos trajeron nietos. Y los nietos acabaron pasando más tiempo con los abuelos que con los padres. Lo bueno de la vida, lo planeado para el futuro llegó demasiado tarde, cuando ya no lo podía disfrutar.
Una de las últimas veces que lo vi, estaba en la calle, con un racimo de nietos asidos a cada mano, contemplando con arrobo un espectacular descapotable aparcado en doble fila. Al sentirme llegar se giró y señalando con la cabeza al alborotado grupo de nietos, me dijo: “No lo dejes para más adelante. Cuando quieras darte cuenta, el futuro ya pasó”. “Anda, no te quejes, que tienes buenos motivos de felicidad” – le respondí, señalando a los pequeños. “Ya, ya. Tú hazme caso y no te demores. Porque los sueños, como los hagas esperar, se desvanecen”. Y se alejó intentando dominar el remolino de niños que lo envolvía, pero girando la cabeza para echarle una última ojeada al descapotable.
Ya saben que la vida es eso que sucede mientras uno hace planes.


Publicado LNE 19/08/2011

lunes, 26 de septiembre de 2011

ESCALA EN LA T4

Oigan, si inquietante resulta tener que tomar un avión, ruinoso es verse obligado a hacer escala en la T4 de Barajas. Los cafés de primera hora en Ranón sumados al avituallamiento en Madrid durante las cuatro horas de espera, y nos hemos ventilado la mitad del presupuesto del viaje. Un par de bocatas y dos zumos: 20 €, así como suena. Las cervecitas, a 3 € por apertura del grifo. Y la comida. Y los cafés. Vamos, que casi no habíamos echado a andar y ya arrastramos un déficit horrendo. Comienzo a entender a la Ministra de Economía: a la que te descuidas un poquitín, te clavan a la pared. Desde la entrada del euro, los palos son continuos.
Los alemanes presumen de haber incorporado a sus hermanos del este, una eliminación de frontera de complicada digestión en lo económico y social. Los españoles, por nuestra parte, hemos sobrevivido a una explosión de inflación como pocas veces se ha visto. Lo que un día costaba cien pesetas, al día siguiente se cobraba a un euro. Pero las cien mil pesetillas de sueldo no se convirtieron en mil euros, ni mucho menos. Todo un reto para un país mediano. Y nos hemos tenido que acostumbrar a los sablazos. Porque lo pagamos todo a precios europeos con unos salarios raquíticos – hace unos días me enseñaron el libramiento de una trabajadora de supermercado a jornada completa: 600 € raspados. Una miseria.-
Volviendo a la T4, que digo yo que si de lo que se trata es de ir aliviando el déficit económico que ahoga a este país, podríamos comenzar obligando a todos los vuelos provenientes del extranjero a hacer escala en Barajas, y tener que esperar allá dos horitas como mínimo para tomar el siguiente vuelo. En un par de temporadas turísticas volvemos a los números negros gracias a los precios de la T4. Garantizado. Sería como un impuesto al turismo camuflado tras la caña de cerveza y el bocata de chorizo. Es algo que se paga con más alegría.
Por cierto, no es broma la avería presupuestaria que arrastro. No se si me llegará para volver. Se admiten aportaciones.


Publicado La Nueva España 22/08/2011

UNA DE PATATAS

Corremos a refugiarnos del chaparrón en un restaurante de aspecto agradable. La cortina de lluvia hace desaparecer de la vista el Báltico. Descubrimos a dos chicas en la mesa contigua degustando calamares a la romana, gambas a la gabardina y mejillones. Sin haberlo pretendido, hemos entrado en un local de tapas españolas y, por lo que podemos comprobar, los comensales se chupan los dedos.
Para que luego digan estos alemanonos que los países del sur de Europa no somos más que una carga. Veamos: ¿qué sería de ellos sin haber colocado la pila de mercedes, bemeuves y audis que atascan nuestras carreteras? ¿Y sus electrodomésticos? Porque aquí, en cuanto uno se hace un poco pudiente, se lanza a comprar productos alemanes, que dan caché y se rompen menos, o eso dicen, porque tengo yo un amigo que echa más horas llorándole al jefe de mecánicos del concesionario de una prestigiosa marca germana de automóviles que con su santa.
Pero, para más inri, la dieta básica del alemán es la patata. Pida lo que pida en un restaurante alemán, siempre contendrá patatas. Hasta los postres. ¿Y quiénes importaron por vez primera las patatas de América? Los intrépidos españoles. De no haber sido por nosotros, esta gente estaría muerta de hambre. Porque, ya les digo, no comen otra cosa. Un alemán de pura cepa, si no ve patatas en el plato, no se sienta a la mesa.
La Merkel nos exige más disciplina y control del descontrol en que vivimos. Pero se olvida de que gracias al despiporre hispano ellos aumentaron sus exportaciones una barbaridad. Alta velocidad para todos, aunque sea para transportar a diez ciudadanos al día, pero la tecnología y las máquinas, alemanas. Los vehículos de representación, por millares, todos alemanes. Cuando España navega viento en popa, aunque sea a lo loco, es un excelente negocio para Alemania, que se infla a vendernos sus productos. ¿Cuántos mercedes de los gordos se adquirieron aquí gracias al pelotazo inmobiliario? A patadas. Porque nosotros somos así de rumbosos. Que compro a diez y vendo a cuarenta, cochazo que me agencio. Que me largan de la empresa con una baja incentivada, con la indemnización me instalo en un buga germano, y después, Dios proveerá. O la Merkel.

Publicado La Nueva España 25/08/2011

TRAS EL TRONCO DE ROBLE

Procuro permanecer inmóvil, casi como una estatua, para que el diminuto gatito que asoma los bigotes tras el tronco de roble no se espante y vuelva a hacerse invisible. No tiene más de una semana de vida y parece un dibujo animado. Pero siguiendo las instrucciones de su madre, no se fía ni un pelo y parapetado tras el madero escruta la zona tratando de identificar algún peligro. Lucho contra mi propia inquietud y me mantengo completamente estático deseando que el cachorro se anime a salir y así poder verlo completamente por primera vez, pues hasta hoy no ha sido más que un pequeño fantasma, una fugaz sombra.
Por fin, el gatito pierde parte de sus temores y se sube al tronco. Desde nuestra completa inmovilidad, durante un buen rato ambos nos observamos con extrema curiosidad. Es gris, con trazas más oscuras y un gracioso parche blanco sobre el pecho. A tenor del modo en que me mira, está estudiándome a fondo, intentando determinar qué soy y cuáles son mis intenciones.
Los dos percibimos que se avecinan cambios, que las bases más estables también se mueven y que lo que nos espera, lo que se esconde tras lo visible, de momento es tan indeterminado como inquietante.
La gata madre acaba de regresar y está agazapada a mitad de camino entre el cachorro y yo. Se muestra nerviosa al ver al pequeño tan expuesto. Me mira como buscando interpretar mis reacciones: aprobación, reproche o dejémoslo correr. No en vano, ella sabe que jamás pidió permiso para instalarse allí y menos aún para formar una familia. Es lo que pasa cuando no tienes un contrato firmado: estás a merced del casero. Y, sin quitarme un ojo de encima, decide aproximarse lentamente a su hijo, que salta como un resorte desde el tronco al suelo y corre hasta chocar con su madre, que le empuja hacia el rincón, poniendo su propio cuerpo como pantalla. Y el gatito vuelve a la clandestinidad.
La tarde está otoñando y la claridad nos abandona. Creo que el espectáculo gatuno ha terminado por hoy. Mañana volveré a intentar un nuevo contacto con esa pequeña preciosidad felina. Nunca está de más hacer un amigo.


Publicado La Nueva España 11/09/2011

JAULA DE GRILLOS

Ya saben que opino que España es un país desquiciado, majareta. No es de ahora. La cosa viene de lejos y ahí tenemos nuestra historia con un inmenso repertorio de estupideces. Lo malo es que no cambiamos. Iluso de mí, pensé que aún teníamos remedio cuando nos integramos en la Comunidad Europea, por aquello de que, al ceder parte de nuestra soberanía, los extranjeros serían capaces de mantenernos entre los raíles en vez de andar de cuneta a cuneta, siempre trompicados, como es norma de la casa. Pero no. Ni por esas nos asienta la sensatez.
Con la que está cayendo, a un pasito de la bancarrota y todavía tenemos arrestos para mantener bien viva la fogata del barullo improductivo y la polémica estéril. Y dale que te pego al catalán, al castellano, que si los niños de Barcelona hablan esto o aquello, lo que dicen los tribunales, lo que quisieron decir y lo que debieron pero omitieron decir. Que se acata o no, dependiendo de si gusta más o menos. Empufados para varias generaciones y con cinco millones de parados pero enredados en la eterna movida de las lenguas vehiculares. Y las banderas para acá y para allá. Esto es una jaula de grillos. Qué más da que lo tengamos todo patas arriba; nosotros a lo nuestro, al follón, a marear la perdiz y, de paso, a tensar aún más la cuerda hasta que casi se rompa –bien cuidan los promotores que no llegue a romperse del todo-.
Y si no es por el idioma, será por lo que uno dice que dijo y otro dijo que dice, por un himno que no sonó, el orden de unas banderas. Pero el caso es remolonear y, en vez de enfrentarnos al problemón que tenemos delante, hacer como si no existiera a base de generar otros conflictos. Y para eso, los españoles pagamos los salarios de miles de políticos afanados en la ardua tarea de estropear lo que todavía funciona y evitar la solución de aquello que requiere arreglo. Ahí los tenemos, en plena tempestad, dedicando sesiones parlamentarias a algo tan terrible y apremiante como es la inmersión lingüística.


Publicado La Nueva España 25/09/2011

LA CRUDA REALIDAD

RICARDO V. MONTOTO.  Esto de tener un Gobierno regional de corte tecnócrata, en el que son mayoría los novatos en política, presenta su parte positiva y, también, negativa.

Asisto pasmado a la intervención del Consejero de Economía en el parlamento regional. El pobre hombre está apoderado por los tics nerviosos. Desconozco si ya vino así de casa o si esa frenética secuencia de muecas y guiños le ha sobrevenido tras meterse de lleno en la inspección de las cuentas autonómicas. El caso es que, tras verlo y escucharlo, se queda uno bastante más preocupado que antes. Madre, cómo estarán las arcas para tener al consejero del ramo en semejante telele nervioso.

Segundo asalto: comparece el Consejero de Sanidad. Por sus gestos, para echarse a llorar en un rincón. Y por sus declaraciones, para procurar no caer enfermo ni a tiros. Espera poder pagar las nóminas. Espera abonar el gasto farmacéutico. No espera liquidar las deudas con los pequeños proveedores. Y los grandes, que se olviden de cobrar. Y lo dice así, con una cara de funeral que es un poema y poniendo el «espero» en cada frase.

Al último que he visto, por ahora, ha sido al Consejero de Presidencia. Voz baja, cerviz gacha y ademán preocupado. Pero lo más alarmante de su comparecencia es el tipo que lo acompaña en la mesa, ¡que no para de comerse las uñas mientras el Consejero diserta! Tiene pinta de que, como alguien le pregunte, la respuesta pueda ser como para hacer la maleta, cerrar el chiringuito y emigrar todos a tierras más prósperas.

Se nota que no son políticos al uso. Aún se muestran incapaces de disimular un poquito para transmitir una cierta calma. Su lenguaje corporal hace que resulte innecesario interrogarles sobre el estado económico del Principado. Con mirarlos, es suficiente. Algo así sería impensable en un político de carrera, que se pondría ante los parlamentarios, la prensa y quien haga falta, con cara de aquí no pasa nada, y con un discurso ampuloso y hueco.

Ni tanto ni tan calvo. La realidad puede ser informada en crudo o, sin falsearla, un poco pasadita por la plancha del mensaje positivo. Sabemos que las cosas están fatal. Más congoja es una crueldad.

Publicado La Nueva España 26/09/2011

lunes, 19 de septiembre de 2011

Chigre

   
 

Chigre
  






RICARDO V. MONTOTO Viajar ilustra un montón. Y yo, que soy de los que se fija muchísimo, como los búhos, aunque no comprenda lo que estoy viendo, he reunido unas cuantas ideas frescas, en la esperanza de que alguien me haga caso.

Aquí les dejo la primera: hay una queja bastante extendida sobre el desafecto del ciudadano hacia las administraciones públicas que, en teoría, cuidan de sus intereses. Eso mismo lo padecieron los países del norte de Europa hasta que hallaron la solución al problema.

Esos tipos, que con el mal tiempo que sufren tienen mogollón de horas al día para darle vueltas al tarro, se preguntaron cómo podrían motivar a la gente para que se acercara a sus ayuntamientos, y concluyeron que lo mejor que se podía hacer era abrir bares y restaurantes en los bajos de los edificios consistoriales. Dicho y hecho. Y hoy los tienen de bote en bote.

Hagan la prueba y visualicen sus respectivos ayuntamientos. Así, tal como están ahora, lo único que siente un individuo normal es un cierto repelús. Pero imaginen un bonito chigre con su terracita y todo en los soportales. Unas cañitas, buenos pinchos, incluso un menú atractivo a precios razonables. ¿A que esto es otra cosa? A algunos habría que sacarlos a rastras de allí.

Pues algo así es de lo más común en pueblos y ciudades nórdicos. A nadie le da acidez de estómago tener que acercarse al Ayuntamiento. Y, además, se erradica la frustrante situación de que la persona que tiene que sellar la solicitud haya salido a tomar el pincho. Bajas, lo localizas en el chigre municipal, y entre el cortado y la tortilla de jamón te cuña el impreso. Y todos contentos. Como pasa en los hospitales cuando no hay manera de encontrar a alguien: busca en la cafetería. A veces, todos están allí.

Eso mismo lo he visto también en algunas iglesias. Mano de santo. Un bareto en los sótanos y seguro que se anima el personal, que da pena y dolor tanto banco vacío.

A quien corresponda: hágame caso y monte un bar. Dejará de sentirse incomprendido y nosotros nos alegraremos más sinceramente de estar cerquita de usted.


Publicado en La Nueva España el 08/09/2011

Un grano en el culo.

 
    
 
Un grano en el culo
 
 
 
  


RICARDO V. MONTOTO Lo que ocurre en Rodiezmo ya es tradición. Al inicio del mandato, mucho compañerismo, buen rollito, aquí volveremos cada año, una cola de coches oficiales que llega a Villamanín y bla, bla, bla, pero un par de añitos después comienzan las excusas, no descolgar el teléfono cuando llaman desde la plaza de la Salve, dar la callada por respuesta. Porque Rodiezmo siempre acaba convirtiéndose en un grano en el culo para el Gobierno socialista, que incumple sistemáticamente lo que promete en el festejo minero. Ya pasó y sigue pasando. El Gobierno se hace el sueco y a la campa sólo suben los incondicionales. Y Guerra, al que le toca estar siempre de guardia en tan señalada fecha. Me recuerda a María Jesús y su acordeón: desde hace una pila de años, en el mismo lugar y tocando la misma cancioncilla.

Nadie de los que se reúnen los viernes en la Moncloa tiene lo que hay que tener para subirse al escenario y explicarle a la audiencia por qué están haciendo exactamente lo opuesto a lo prometido. Para eso hace falta estar hecho de una pasta especial, de la que no abunda en la Carrera de San Jerónimo ni en Ferraz. Si a las personas se las conoce de verdad cuando pintan bastos, esta tropa está quedando bien retratada. Mejor que vaya Guerra, un valor seguro, que no se sonroja lo más mínimo defendiendo una postura y votando la contraria, que tiene un repertorio que garantiza el éxito de crítica y público -¡qué vienen los fachas!- y que entona la Internacional como nadie. Y el inconmensurable Méndez.

Todo parece indicar que en menos de tres meses el color del Gobierno pasará del rojo al azul, pero, no se preocupen, pues en cuatro o, a lo sumo, ocho años, los socialistas volverán al poder. Y, entonces, el nuevo presidente irá a Rodiezmo, pañoleta al pescuezo y con sus adláteres levantará el puño, en pie famélica legión con mucho sentimiento, y dará todo un recital de promesas alucinantes. Una vez, dos como máximo. Después, la habitual espantá. Villa y Guerra otra vez solos. La campa medio vacía. Y así, por los siglos de los siglos.


Publicado en La Nueva España el 14/09/2011.

Agosto a la sombra

Agosto a  la sombra   




RICARDO V. MONTOTO Comparto el aperitivo con un amigo que suele veranear cerca de Llanes. Nos protegemos del sol, que cae a plomo, bajo un toldo y pasamos el rato contándonos nuestras historias. La verdad, no parece que haya estado de vacaciones en agosto, pues su color es de un cetrino subido. Y se muestra desolado. Qué tiempo tan espantoso. Cuando no estaba nublado, llovía. Así, día tras día. Me lo dice levantando la vista hacia el azul resplandeciente que hoy nos regala el cielo. Hoy, de chaqueta y corbata, de vuelta al trabajo, hace verdadero verano.

Se le desprende una lágrima al relatar el único día soleado que pudo disfrutar. Para cuando quiso reaccionar y llegó a la playa, ya no quedaba ni un metro cuadrado libre. Al final de la jornada, con la mujer, los niños y la suegra metidos en el coche, recorrieron casi 200 kilómetros buscando un hueco vacío cerca del mar. Allá a las siete de la tarde, lo mejor que encontró fue un descampado a pie de carretera llegando a Colloto. Y allí plantó la sombrilla. Por lo menos, unos metros más allá había un chigre muy majo atendido por una camareras semidesnudas. Algo es algo, aunque no se veía a la suegra demasiado contenta. Como en el parte de la TPA avisaron de que iba a hacer bueno, la gente madrugó más que para ir a ver al Papa para tomar posiciones en las playas. La mañana siguiente se levantó al alba y salió como un tiro a extender las toallas sobre la arena de Toranda. Orbayó todo el santo día. Su cara es el vivo reflejo de la frustración.

Y no consigo quitarle de la cabeza que algo tiene que ver este agosto catastrófico con la traición al PSOE en las autonómicas. «Esto antes no pasaba», se lamenta. «Los meteorólogos llamaban al SOMA para preguntar qué tiempo tenía que hacer al día siguiente. Si amanecía con un sol despatarrante, era gracias a Villa. Si hacía malo, por algo sería. Ahora estamos cumpliendo el castigo. Vamos a tener sol para aburrir de lunes a viernes y nube los fines de semana. Lo que yo te diga». Y no me veo con recursos para convencerle de lo contrario.


Publicado en La Nueva España el 17/09/2011
El brillante Sir George Bernard Shaw escribió esta breve frase, llena de sabiduría. Shaw es la única persona que ha ganado un Premio Nobel (literatura, 1925) y también un Oscar (en la categoría de mejor guión), por "My Fair Lady", basada en su obra Pigmalión.
"Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo...
y por los mismos motivos."

  ¡¡¡Que capacidad de síntesis!!!