lunes, 26 de septiembre de 2011

JAULA DE GRILLOS

Ya saben que opino que España es un país desquiciado, majareta. No es de ahora. La cosa viene de lejos y ahí tenemos nuestra historia con un inmenso repertorio de estupideces. Lo malo es que no cambiamos. Iluso de mí, pensé que aún teníamos remedio cuando nos integramos en la Comunidad Europea, por aquello de que, al ceder parte de nuestra soberanía, los extranjeros serían capaces de mantenernos entre los raíles en vez de andar de cuneta a cuneta, siempre trompicados, como es norma de la casa. Pero no. Ni por esas nos asienta la sensatez.
Con la que está cayendo, a un pasito de la bancarrota y todavía tenemos arrestos para mantener bien viva la fogata del barullo improductivo y la polémica estéril. Y dale que te pego al catalán, al castellano, que si los niños de Barcelona hablan esto o aquello, lo que dicen los tribunales, lo que quisieron decir y lo que debieron pero omitieron decir. Que se acata o no, dependiendo de si gusta más o menos. Empufados para varias generaciones y con cinco millones de parados pero enredados en la eterna movida de las lenguas vehiculares. Y las banderas para acá y para allá. Esto es una jaula de grillos. Qué más da que lo tengamos todo patas arriba; nosotros a lo nuestro, al follón, a marear la perdiz y, de paso, a tensar aún más la cuerda hasta que casi se rompa –bien cuidan los promotores que no llegue a romperse del todo-.
Y si no es por el idioma, será por lo que uno dice que dijo y otro dijo que dice, por un himno que no sonó, el orden de unas banderas. Pero el caso es remolonear y, en vez de enfrentarnos al problemón que tenemos delante, hacer como si no existiera a base de generar otros conflictos. Y para eso, los españoles pagamos los salarios de miles de políticos afanados en la ardua tarea de estropear lo que todavía funciona y evitar la solución de aquello que requiere arreglo. Ahí los tenemos, en plena tempestad, dedicando sesiones parlamentarias a algo tan terrible y apremiante como es la inmersión lingüística.


Publicado La Nueva España 25/09/2011

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