Ya les dije que la experiencia me ha enseñado que cuando alguien dice que no me preocupe he de preocuparme. Y cada vez que escucho eso de “déjalo en mis manos, yo me encargo”, lo más recomendable es encargarse uno mismo del asunto. En el mismo sentido, que una autoridad política manifieste que no hay motivos de alarma, que mantengamos la calma y que todo está bajo control, de inmediato me causa alarma e intranquilidad ante el más que probable descontrol de la situación.
La mayor parte de las calamidades comienzan por negligencias desatendidas que van creciendo hasta que no es posible pasarlas por alto. Entonces vienen las mentiras y los parches inútiles para, finalmente, una vez que el peligro se ha transformado en un desastre, reaccionar del modo más aparatoso y gravoso. “Si algo puede empeorar, lo hará” sentenció Murphy y aún no fuimos capaces de aprender la lección.
Y es que el poder nos considera idiotas, y posiblemente lo seamos, por lo que actúa tratándonos como tales, administrando la información para dominar nuestros impulsos. Si se dan cuenta, nos aseguran que el coronavirus no es una amenaza tan grave y que la gripe común es más mortífera. Entonces, si es así, ¿por qué no se confinó a nadie durante la pasada epidemia de gripe en Asturias? Según la información oficial, era un virus más chungo que el chino y lo sorteamos con una campaña voluntaria de vacunación, reposo, analgésicos y pañuelos de papel. Sin embargo, en China, Corea, Irán y ahora en Italia, se está aislando a comunidades enteras, a muchos miles de personas. La amenaza ya nos ronda, pero todos tranquilos.
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 25/2/2020
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