Ay, hijo, anoche comencé a sentirme rara y hubo un momento en que pensé que cascaba como Felipón. ¿Conocimos a alguien llamado Felipón? No, pero en la casa de Ablaña siempre se dijo así, incluso cuando algo se rompía: cascó como Felipón. Pero, insisto, del tal Felipón no sabemos nada, aunque lo menciones en el trance palmatorio, que vaya momento de recordar un nombre así. Exacto. ¿Y no te pica la curiosidad? Ahora que lo dices…no. Ah, ¿y si resulta que el tal Felipón, por momentos pareció que cascaba pero no fue así y anda por ahí vivito y coleando? A ver entonces cómo se casca al estilo de Felipón, o sea, que no se casca. Pues yo bien pensaba que lo hacía. ¿El qué? Cascar, hijo, cascar. Pues aquí estás comiendo unos escalopines a dos carrillos. Porque tengo que recuperarme del soponcio. Y a fe que lo estás haciendo. No te veo demasiado contento con mi renacimiento. Mamá, eso ni en broma; es simple observación, pero me parece que estás bastante más saludable que Felipón, haya cascado o no. Que sepas que no me da miedo morir. Lo sé; más miedo me da a mí que te mueras. Ha de ser. Conforme, pero a su andar, cuando toque, que no era anoche, y a las pruebas me remito. Ya quisiera Felipón tener ese saque. ¿Me estás llamando tragona? En absoluto; vuelve a ser una mera observación. Es que si no como entonces sí que me muero. Pues, claramente, no te mueres, de lo cual me congratulo. ¿Lo estás diciendo con “rintintín”? Nada más lejos de mi intención. Haz un favor a tu anciana madre y acércame esa escoba, que te voy a correr con ella por el pasillo. ¡Caray con Felipón!, qué remango. Por cierto, cuando sea, que no va a ser hoy, ¿pongo en la esquela que cascaste como Felipón? Anda ceporro, calla, ven acá y siéntate, pero antes mira si quedó en la potina algo más de puré. Quedarías con hambre. ¡Que me acerques la escoba!
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 22/5/2019
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