Llego a casa con el cerebro infinitamente más cansado que el cuerpo. Con lo que se ve y oye a diario en este país, las neuronas se fatigan a gran velocidad y cada vez necesitan mayor reposo. Ceno un yogur y me pongo los cascos. Al igual que Mozart alcanzó el firmamento de la música clásica con el “Ave verum corpus”, Pink Floyd hizo cumbre en la moderna con “Comfortably numb”, algo así como confortablemente entumecido o insensibilizado. La ración diaria de idioteces es tal que temo estar llegando a ese estado. Los derechos de los niños y las derechas de las niñas; que no se puede cantar el término “mariconez”, con la de barbaridades vejatorias hacia el sexo femenino que atestan los reguetones y que escuchan constantemente nuestros infantes y nadie parece molestarse; que es una vergüenza hacer negocios con los saudíes, pero es perfectamente correcto hacerlo con iraníes, rusos, venezolanos, chinos, norcoreanos y, en general, gente que se “deshace” de críticos y opositores por la vía rápida; que, por respeto a la libertad de expresión, se han de despenalizar las ofensas al Rey y el enaltecimiento del terrorismo, si bien ha de ser condenado todo aquel que ose manifestarse en términos poco despectivos hacia la dictadura franquista, con lo fácil que sería aligerar el Código Penal de todas estas chorradas con las que no conseguimos más que magnificar al bocazas de turno para que tenga su minuto y su sentencia de gloria. Hoy me dijo un profesor de bachillerato que en su instituto hay muchos alumnos que desconocen qué mar baña las costas asturianas. Y yo le conté que acababa de asistir a una sesuda conferencia en la que se llamaba a la izquierda política a recuperar el contacto con la clase trabajadora. Pero se dijo de tal manera, con un lenguaje tan académico, elevado y engolado, que dudo de que ningún trabajador lo entendiera. Ni con tres o cuatro másteres de la Juan Carlos I. Yo tampoco entiendo nada.
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 5/11/2018
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