Pero, ¿por qué lo complican de esa manera? Situación: un moderno restaurante ubicado en una antigua construcción. Una espléndida rehabilitación, sensible y respetuosa con la historia, pero con todas las ventajas de la modernidad. Y, además, una atención esmerada, un servicio profesional y una cocina de calidad. Todo perfecto hasta que, cosas de la edad, te levantas para ir al baño. Al fondo a la izquierda, como casi siempre. Lavabos compartidos e inodoros separados. Y ahí viene la complicación. ¿Cuál es cuál? Dos puertas idénticas, como de metal envejecido, pero ninguna señal identificativa. Y te quedas frente a ambas posibilidades tratando de hallar la pista que resuelve el acertijo, algo alargado o redondeado, una marca, lo que sea. Desde luego que en el proceloso camino hacia la igualdad de género de vez en cuando se tropieza uno con cada chinita que se mete en el zapato que vaya, vaya. Queremos ponernos tan originales que acabamos olvidando el propósito de lo que hacemos. Del damas y caballeros pasamos al señoras y señores, mujeres y hombres, muyeres y homes, ellas y ellos… Y un día a alguien se le ocurrió sustituir las palabras por imágenes. Y luego, por frutas, piezas de ferretería, extraños símbolos, criptogramas, escritura oriental, hasta llegar al desconcertante estado actual: dos puertas exactamente iguales. Y nada más. Pito, pito, gorgorito. La izquierda. Acerté. O eso creo. Al diseñador de los urinarios habría que ajustarle la medicación. Están concebidos para que los líquidos no se alojen en el receptáculo. Si te aproximas, las salpicaduras están garantizadas. Si le alejas, no llegas al objetivo a no ser que seas capaz de trazar un arco perfecto y sostenido. El término medio está inundado de intentos fallidos. Debería ser mucho más simple. Fuimos capaces de dar el salto y dejar atrás el repugnante agujero en el suelo. Hubo un tiempo en que los váteres estaban pensados por humanos para humanos, cuando se primaba la practicidad. Las puertas no inducían a error y el aparataje facilitaba la tarea. Ahora puede ser peor que hacer un sudoku. Puertas misteriosas, grifos sin llave, luces con vida propia, inodoros de formas extraterrestres… Un reto a la paciencia y a la presión prostática.
LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas 28/6/2017
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