Es de una genialidad diabólica. A un palurdo multimillonario se le mete entre ceja y ceja presidir los Estados Unidos y acaba convenciendo al partido político que tiene la fea costumbre de aupar a palurdos multimillonarios a tan alto cargo. Y, por lo que hoy sabemos, cuando las elecciones se acercan, en tiempo de matanza –no sólo a la presidencia sino también a las cámaras legislativas, detalle de importancia principal-, va desvelándose la estrategia seguida por los rivales, que lleva camino de beneficiar por mucho tiempo al partido demócrata. Han dejado que creciera, que se creyera con posibilidades de alcanzar el cielo, que Trump y los suyos invirtieran cantidades ingentes de dinero, que los republicanos cerraran filas con un candidato reconocidamente impresentable. Porque si el enemigo decide equivocarse lo mejor es no estorbar. Y las encuestas ayudaron a consolidar el engaño. Pero ahora, como al cerdo por San Martín, ha comenzado el lento sangrado de Trump. Una vez bien cebado, en su punto de peso, con toda la inversión hecha, cuchillada certera y a esperar hasta que por las venas del candidato no corra ni una gota de sangre. Porque se le hizo creer que su pasado cargado de torpezas y estupideces no pesaría en la carrera presidencial. Pero el historial está saliendo ahora, hábilmente racionado, con oportunidad, sin malgastar las balas. Un arsenal que lleva años preparado, porque el estrambótico elemento ha sido bien generoso aportando munición.
Se podía haber acabado con Trump según asomó el hocico anunciando su candidatura a las primarias republicanas. También pudo ser demolido cuando las ganó. Pero permitieron que engordara controladamente y que se consolidase como faro guía del partido rival. Hoy, los torpedos contra Trump no sólo acabarán con él, sino con un partido republicano, ahora dividido, que mucho va a tener que remar para volver a pisar las mullidas moquetas.
Es brillante, un monumental engaño, un prodigioso juego de manos que dejará al partido demócrata en una posición hegemónica por bastante tiempo. Y eso a pesar de tener como candidata a alguien casi tan impresentable como Trump. Pero mucho más hábil en los movimientos ocultos. O mucho me equivoco o a Trump le ha llegado su San Martín.
LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas 23/10/2016
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