Te cansas. Envejeces y te cansas. Y te resignas. Porque no puedes seguir dedicando lo que te queda de vida a sacarle punta a todo lo que está mal. O a todo lo que yo veo que está mal. Porque me conozco, y soy de ese tipo de personas capaces de encontrar un papel tirado en el Jardín del Edén. Y de enterarme de que ese papel lo arrojó uno de Mieres; un tipo que, como buen mierense, tiene un perro. Y el perro caga. Y yo encontraría esa caca en el mismísimo Paraíso. Y, enfurecido, lo publicaría en mi columna de LA NUEVA ESPAÑA DEL MÁS ALLÁ. Por eso, llega un momento en que has de hacer la vista gorda, el ejercicio - casi nunca sencillo – de no dar importancia a todas esas cositas que me sacan de quicio. Así no se puede vivir, al menos yo. Y, por más que insistan algunos conocidos, hace tiempo que renuncié a eso que llaman “dar caña”. Uno, porque mi salud mental se resiente y, dos, porque te das cuenta de que no sirve para nada. Ya puede salirse de su órbita el planeta tierra que la egocéntrica mentalidad municipal no cambia; la política y la administración autonómicas han consolidado la mayoría de sus deficiencias y martingalas; y a nivel nacional, en fin, sobran los comentarios. Así que cuando alguien, con buena intención, me dice que “hay que dar más caña”, ya no oculto mi negativa. “Hazlo tú si quieres, que yo ya estoy mayor y fatigado”. Porque, esa es otra, con la perspectiva que dan tantos años dando la lata, dispongo de pruebas sobradas para afirmar que la inmensa mayoría de lo que no mejora no lo hace porque la gente no hace nada excepto quejarse. Y que el callo lo de otro. Y que sea a otro el que de la cara.
Esto no quiere decir que uno abandone toda crítica sobre lo cotidiano. No es “gallina o no cenar”. Pero el estéril erre que erre, que si esto está feo, que si lo otro está sucio, que si nosequién es un zoquete, que si los otros son unos zánganos, lo dejo para ustedes, si es que hay voluntarios.
LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas 9/9/2016
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