¿Por qué dices que mañana me pagarás si tanto tú como yo sabemos que eso es mentira? ¿Para qué te comprometes si no vas a cumplir? “Déjalo de mi mano. Yo me encargo”. Pero luego no te encargas ni tienes el menor propósito de hacerlo. Es que es absurdo e innecesario. Te callas, no dices nada y listo. Porque luego resulta de lo más desagradable tener que andar detrás de alguien recordándole sus palabras. Oye, que dijiste que mañana me pagabas. Y mañana ya fue ayer. Y ni un céntimo. A no ser que yo entendiera “mañana” y tú dijeras “el mañana”. Porque, claro, si es que me vas a pagar “en el mañana”, pues vale, como que me lo tomo con más paciencia. Pero si me dices que “mañana”, cuando llega mañana –que, insisto, fue ayer- yo me paso la jornada rebosante de ilusión y esperanza hasta que cae el sol y el bolsillo sigue vacío. Entonces me amohíno y me deprimo. Para eso no me digas nada, hombre, y yo ya me hago a la idea de que ese dinerito voló para no regresar. Que no hay que confundir la mentirijilla piadosa, porque es innecesario e inconveniente ser absolutamente sinceros unos con otros, con la burda trola que queda al descubierto en un dos por tres. Ese tinte del pelo color remolacha transgénica es un espanto, pero para qué te lo voy a decir. Seguramente tú ya lo sabes. Y desde luego las de la peluquería también. Para qué vamos a hurgar en la herida. Pero si me aseguras que vas a hablar con fulanito sobre un asunto que me afecta y resulta que no lo haces, que se te olvidó, que no lo topaste, que comunicaba, me estás haciendo polvo y demorando la resolución de un asunto que necesito resolver. Porque quizá a ti no te corra prisa, pero a mí, sí. Y he confiado porque te has ofrecido. ¿Para qué te metes en medio si lo único que pretendes es estorbar? ¿Me haces un favor o una faena? Miren que es sencillo: no decir ni hacer nada. No hay mentira ni falsas expectativas. Nadie se llama a engaño. Tan simple como eso.
La Nueva España de las Cuencas 2/6/2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario