martes, 26 de enero de 2016

LA BELONGA



Era una de las frases clásicas de mi abuelo Eduardo: “Ese aún no se enteró de que tiene que marchar para La Belonga”. Y la decía cada vez que se encontraba con alguno de esos que se dan tantos aires, que presumen y presumen, que quieren creer que viven un escalón por encima del resto, que se consideran, por apellidos, títulos, dinero o por todo junto, de una clase superior. Y no se dan cuenta, estúpidos ellos, de que el cementerio, La Belonga, está ahí esperándonos a todos por igual para acabar todos por igual. Porque allí no hay más ni menos, ricos ni pobres, nobles ni plebeyos, por más que pretendamos engañar al destino con grandiosos panteones y brillantes ornamentos. Al hoyo, lo llamemos como lo llamemos. 
Me vino a la cabeza la frase del abuelo Eduardo al ir caminando en dirección a Ujo con los auriculares puestos. Del repertorio que elegí del Spotify, la música de mi tiempo, buena parte de sus interpretes ya están criando malvas. El último por ahora, Glenn Frey, de los Eagles. Y ya no es que se mueran a causa de la mala vida que llevaron sino por el paso de los años, por enfermedades asociadas a las edades avanzadas. La llamada de La Belonga. Y quieras que no te pones a echar un cálculo así por encima y, en fin, en el reloj hace tiempo que hay más arena abajo que arriba. Si van desapareciendo “tus” músicos, “tus” escritores, los referentes de tu época, eso quiere decir algo, ¿no? Pues eso.
Que no es cuestión de ponerse triste ni depre. Qué va. Porque si tus contemporáneos se van, llega un momento en que ya no pintas nada aquí, algo que precisamente el sucedió al abuelo Eduardo, que con noventaymuchos aún se preguntaba cómo era posible que ninguno de sus amigos fuera a visitarlo. Imaginen dónde estaban sus amigos ya.  Se trata sencillamente de ser conscientes de que esto no es permanente, que el plazo del alquiler se va agotando y que igual sería conveniente ir ajustando las cuentas para, llegada la hora, hacer el petate y marcharnos sin dejar nada a deber. Y durante el tiempo que nos quede, el que sea, no perdamos nunca de vista que nos espera La Belonga.

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 26/1/2016

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