Fer también se vio afectado por la crisis. Como a casi todos. Pero su vida no cambió. No tuvo que renunciar a los cochazos. Tampoco echa de menos las playas de Cancún, ni los restaurantes de lujo, ni los hotelazos, ni las pantallas de plasma, ni los móviles de ultimísima generación. Porque él, antes, durante y después, hizo su vida, con su coche de medio millón de kilómetros que aún le lleva y le trae sin problemas, en el apartamento de alquiler a precio razonable, disfrutando de la costa cantábrica durante un par de semanitas de verano, si se puede. Y como es un tipo sosegado y con tendencia al recogimiento y no anda todo el santo día de bar en bar, tampoco se ha visto obligado a recortar el presupuesto de cañas y vinos. Si acaso un cafetín a media mañana. Pero comer y cenar, en casa. Y salir, lo que es salir, a pasear al perrín. Por eso, Fer no vive atormentado por los plazos que restan por pagar, por las letras pendientes, por las deudas que están devorando a tantos españoles. Él, antes de la crisis, en los tiempos de bonanza, vivía como vive hoy, como le gusta vivir, con lo que necesita y nada más que con lo que necesita. Y, en consecuencia, no añora épocas pasadas, ni se le cae la lagrimita al rememorar la calidez del sol caribeño comprado a crédito, ni los acogedores asientos de piel del cochazo que se llevó la financiera, ni las langostas a la plancha pagadas con la visa asfixiada. Y Fer vive estupendamente, bien alimentado, correctamente vestido, en una acogedora vivienda, disponiendo de todo lo que un individuo normal precisa. Sin préstamos, sin deudas, con las facturas pagadas. Y el tiempo que otros dedican a la banalidad y a tirar el dinero él lo emplea en estudiar, leer, informarse, aprender. Porque, afirma, para eso paga el adsl. Para sacarle provecho.
“Esto no es nada” –me dice. “Que pregunten a los que pasaron la guerra, a los de las cartillas de racionamiento y los panes negruzcos, a los que, a pesar de las enormes dificultades y las muchas privaciones, sacaron adelante a toda una generación de españoles. Comparado con aquello, esto no es nada”.
Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 25/10/2015
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