miércoles, 4 de febrero de 2015
UN AÑO EN CAMPAÑA
Que un añito entero de campaña electoral parece mucho, ¿no? Qué pereza. Cierto que la democracia consiste principalmente en votar, pero el problema que se me plantea no es el trámite comicial propiamente dicho sino el suplicio de las campañas políticas. Será la edad, quién lo sabe, pero siento que mi capacidad para soportar chorradas y mentiras es cada vez menor. Y lo que sale de la boca de la inmensa mayoría de la comunidad política española son obviedades, falsedades y estupideces de marca mayor. Y a los pocos, poquísimos, que aún manifiestan algo de sentido común, no se les aproximan las cámaras y los micrófonos ni por casualidad. Ya se encargan los partidos de mantenerlos en silencio.
Bueno, en esta ocasión es de justicia reconocer que la irrupción de Podemos en el basurero nacional puede aportar algo de guindilla. Al menos, el sistema, que ya se ejecuta en modo autodefensa, está sacando unas cuantas lindezas de los líderes de la nueva formación que, por los primeros datos, parecen demostrar una notable destreza en el arte de la pesca privada en los océanos públicos. Y eso que no hemos hecho más que empezar. Que de aquí a las elecciones generales de finales de año a Iglesias, Monedero, Errejón y compañía les van a airear hasta las analíticas del colesterol. No en vano, todos tenemos un pasado. De momento, sus alambicadas fuentes de ingresos y sus grandes éxitos en las televisiones chavistas inundan los medios. Y lo que te rondaré, porque los inocentes pajaritos apuntan maneras de halcones. Como la competencia, vamos.
Por cierto, que Grecia siempre nos importó un bledo y vaya cómo estamos hoy. Ni cuando tenían los monumentos en pie les hacíamos caso y mira ahora, que parece que no hay más que Grecia. Ojalá que les vaya bonito pero, en fin, tal vez deberíamos ponernos a arreglar lo nuestro, que no es poca tarea. Y un año de campañas, de cuentas de la lechera, de creer propios los ejemplos extranjeros, y de desatención de nuestras múltiples y graves urgencias sin resolver, como que no, que no tenemos el país para distracciones ni para gastos absurdos en publicidad política. No estamos en condiciones de esperar. Votemos, si, pero sin dejar de pedalear.
Publicado en el diario La Nueva España de las Cuencas el 3/2/2015
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