jueves, 20 de noviembre de 2014

LAS BUENAS INTENCIONES



Que apenas comienzas a cabrearte con un escándalo de corrupción y aparece otro y otro y otro, en una secuencia sin fin. Y de rebote te enteras de que los parlamentarios españoles tienen los viajes pagados por nosotros. Y, además, no hace falta que den explicaciones ni que justifiquen si esos gastos son consecuencia de su actividad como representantes del pueblo español. Qué va, porque también les pagamos los desplazamientos cuando de lo que se trata es de aplaudirse a sí mismos en los saraos de autobombo que los partidos organizan los fines de semana. Que uno piensa que eso bien podría correr a costa de su formación política. Pues no: lo pagamos nosotros. Con razón el presidente extremeño viajaba tanto a Tenerife en su etapa senatorial. Qué menos, ¿verdad? Un tipo de la rectitud de Monago, azote de tramposos y chanchulleros, jamás habría hecho uso de sus privilegios “todo gratis” como senador para volar al lado de su churri. Por supuestísimo que no. La tercera versión que tan solemnemente acaba de dar lo deja todo claro. ¡Ni se te ocurra devolver ni un duro, Monago!
Hombre, y a nuestra recién dimitida consejera de bienestar social le brotó una empresa que se adjudica contratos públicos y con rozamientos con algo tan delicado estos días como es el Montepío. Mira que es mala pata. Hay que ver la cantidad de políticos bienintencionados que tenemos por ahí a los que les sale un marido, un hermano, un cuñado o un hijo relacionados con algún tinglado que orbita alrededor de las administraciones públicas. Pero qué suerte más puñetera, Doña Esther. Esto es como la gripe, que la coge el del pupitre de al lado y en una semana se contagia la clase entera. Pues uno vive tan tranquilamente formando parte del gobierno regional, ejerciendo el poder en exclusivo interés de los ciudadanos y, de repente, cuando quieres darte cuenta, te ha salido una participación accionarial en una sociedad. Así, a lo tonto, sin querer. ¡Pero qué dimisión tan injusta, caramba! Si no hizo nada malo. Al contrario, ella estaba a lo suyo, haciendo el bien, como Monago, y un día le dan la terrible noticia: que tienes algo con pinta de corrupción. Ay madre, ¿y eso se cura?

LNE de Las Cuencas 19/11/2014

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