Pero, vamos a ver, que parece que
todavía hay alguno que no lo entiende: ¿Por qué hay tantos políticos aforados
en España? Pues por una razón muy simple: porque el poder no se fía ni un pelo de
la justicia. El aforamiento supone que uno sólo puede ser juzgado por unos
jueces muy concretos, por unos cuantos magistrados del Tribunal Supremo o de
los Tribunales Superiores de Justicia. Precisamente, fíjense qué curioso, para
esos cargos tan relevantes en la escala judicial, importan, y mucho, las
influencias políticas pues, finalmente, quien aprueba esos nombramientos es el
Consejo General del Poder Judicial que, como por todos es conocido, está
politizado hasta el tuétano.
Si se dan cuenta, de puertas afuera
no hay político que no manifieste una confianza ciega en la justicia española -
bueno, con la excepción de Ruiz Mateos y Pedro Pacheco, y por motivos muy
distintos el uno del otro-. Pero a la hora de la verdad, se protegen de la
acción de un juez cualquiera, de un juzgado cualquiera, que vaya usted a saber
qué intenciones puede tener un juez desconocido e independiente, de modo que
sus asuntillos sólo puedan ser ventilados en selectas instancias judiciales en
las que resulta más sencillo mantener el control.
Porque si yo perteneciera a una
formación política y me viera envuelto en alguno de los tejemanejes de los que
tanto se habla, ¿a quién querría ver enfrente? ¿A un juez que acaba de aprobar
la oposición y que aún no le debe nada a nadie, salvo a su familia que lo apoyó
en los años de estudios, o a un magistrado veterano cuyo último nombramiento se
produjo gracias al apoyo de tu partido? Un, dos , tres, responda otra vez.
Algo parecido sucede con la medicina:
de cara a la galería, todos nuestros médicos son de absoluta garantía y el
sistema público de salud es modélico. Sí, vale, de acuerdo, pero los hay que
sólo se dejan abrir la barriga por un catedrático de cirugía mientras que al
resto no nos queda otra que ponernos en manos del que nos toque, que muy
posiblemente sea la mar de competente, pero al que no conocemos de nada. O sea,
que la confianza, en fin, podríamos ir dejándola de lado.
Publicado en LNE de Las Cuencas el 2/7/2014
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