miércoles, 2 de julio de 2014

AFORADOS



Pero, vamos a ver, que parece que todavía hay alguno que no lo entiende: ¿Por qué hay tantos políticos aforados en España? Pues por una razón muy simple: porque el poder no se fía ni un pelo de la justicia. El aforamiento supone que uno sólo puede ser juzgado por unos jueces muy concretos, por unos cuantos magistrados del Tribunal Supremo o de los Tribunales Superiores de Justicia. Precisamente, fíjense qué curioso, para esos cargos tan relevantes en la escala judicial, importan, y mucho, las influencias políticas pues, finalmente, quien aprueba esos nombramientos es el Consejo General del Poder Judicial que, como por todos es conocido, está politizado hasta el tuétano.
Si se dan cuenta, de puertas afuera no hay político que no manifieste una confianza ciega en la justicia española - bueno, con la excepción de Ruiz Mateos y Pedro Pacheco, y por motivos muy distintos el uno del otro-. Pero a la hora de la verdad, se protegen de la acción de un juez cualquiera, de un juzgado cualquiera, que vaya usted a saber qué intenciones puede tener un juez desconocido e independiente, de modo que sus asuntillos sólo puedan ser ventilados en selectas instancias judiciales en las que resulta más sencillo mantener el control.
Porque si yo perteneciera a una formación política y me viera envuelto en alguno de los tejemanejes de los que tanto se habla, ¿a quién querría ver enfrente? ¿A un juez que acaba de aprobar la oposición y que aún no le debe nada a nadie, salvo a su familia que lo apoyó en los años de estudios, o a un magistrado veterano cuyo último nombramiento se produjo gracias al apoyo de tu partido? Un, dos , tres, responda otra vez.
Algo parecido sucede con la medicina: de cara a la galería, todos nuestros médicos son de absoluta garantía y el sistema público de salud es modélico. Sí, vale, de acuerdo, pero los hay que sólo se dejan abrir la barriga por un catedrático de cirugía mientras que al resto no nos queda otra que ponernos en manos del que nos toque, que muy posiblemente sea la mar de competente, pero al que no conocemos de nada. O sea, que la confianza, en fin, podríamos ir dejándola de lado.

Publicado en LNE de Las Cuencas el 2/7/2014



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