Estaba ya lanzado escribiendo la
columna y se cruzó por delante –maldito Facebook- la noticia de la señora
coruñesa que fue mordida en el culo por una serpiente mientras estaba
plácidamente haciendo sus cositas sentada en el váter. Rediez, qué respigo. Y
es que, aunque a alguno le suene raro, el váter es mi lugar favorito para el
desarrollo de pensamientos. Cada cual es cada cual, y los habrá que discurran a
las mil maravillas a la sombra de un frutal, tumbados en la cama, sentados ante
la pantalla del ordenador o extasiados frente a una copa de licor. Yo, es ir al
servicio, bajar el calzoncillo, tomar asiento y activárseme las neuronas. Ya sé
que eso podría interpretarse como “pensar con el culo”, pero qué le vamos a hacer.
Así es y tal como lo experimento lo transmito. Porque entiendo la evacuación
como un estado de relajación y placer. Es entonces, en esa situación de calma,
cuando mi cerebro da lo mejor de sí. Por ello, por sistema voy al servicio
provisto de cuaderno y bolígrafo, pues tengo comprobado que las ideas más
sublimes se esfuman al tirar de la cadena.
Pero, claro, el encanto del momento
desaparece desde el instante en que uno teme que un ofidio cabrón salga de las
profundidades para hincarle a uno los colmillos en los bajos. Con semejante
inquietud no se genera ninguna idea coherente.
Siendo niño, unos tíos míos, para
hacerme la gracia, me llevaron a ver la película Tiburón. Entonces, yo vivía en
Las Palmas de Gran Canaria, y mi deseo de nadar en el mar quedó completamente
anulado. Y en las piscinas, vaya, con reparos. Porque son imágenes que marcan
para siempre. Y sólo pensar en estar sentado en el trono y que por debajo
chapotee una serpiente le cierra a uno todos los esfínteres. Ay, qué repelús.
Así que, si en el futuro advierten que la clarividencia de pensamiento habitual
en esta columna ha desaparecido, comprendan que el lugar y momento en que
brotan mis mejores ideas ya no es lo mismo. Y uno ya está mayorcete para
mudanzas delicadas. Que las costumbres y las manías se apoderan de uno y si el
váter deja de ser el váter, a saber lo que sale.
Publicado en LNE de Las Cuencas el 25/5/2014
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