Evidentemente, tenemos un problema, aunque todavía no merece ocupar la primera plana de los informativos. Residentes, familiares y trabajadores de las residencias de ancianos públicas están manifestándose en reclamación de un trato humano para los internos. A qué grado de degradación hemos llegado.
Soy consciente de que es un asunto espinoso, pero tengo la sensación de que estamos siendo profundamente injustos y desagradecidos con nuestros ancianos. Lo que, a mi entender, debería ser el último recurso se ha convertido en la primera solución: el viejo, a la residencia. Como si fuera un coche que mandamos al desguace. “Es lo mejor para ellos”, solemos justificar. Mentira: es lo que nos conviene a nosotros para continuar haciendo la vida que nos gusta sin impedimentos. Porque consideramos que cuidar a quien nos cuidó, querer a quien siempre nos quiso y proteger a quien nos protegió, es una responsabilidad que no estamos dispuestos a asumir. A la residencia, por su bien, que se encarguen otros, porque no podemos cargar con la vieja, porque nos fastidia las vacaciones, porque molesta, porque ensucia, porque ya no entiende.
El estallido de la crisis económica de 2008 puso de relieve la inmensa capacidad de amor y solidaridad de la mayoría de jubilados españoles, que abrieron las puertas a sus descendientes, acogidos, alimentados y financiados a cambio de nada. Un gesto de humanidad que devolvemos despachándolos a las residencias a la primera de cambio. ¿En casa? Ni hablar. Tenemos nuestra vida, nuestras ocupaciones, nuestros planes. Mejor a la residencia y ya iremos a verlos.
Insisto: hemos hecho del último recurso la salida prioritaria. Y, qué quieren que les diga, que haya manifestaciones por un trato humanitario a los ancianos residentes me produce escalofríos. Una sociedad que abandona y maltrata a sus mayores es una sociedad gravemente enferma. Si ni siquiera somos capaces de devolver mínimamente lo que ellos nos dieron no merecemos la consideración de seres humanos. Y la “Marea de residentes” que hoy grita en las calles pone el foco sobre lo que nos negamos a mirar. Qué estamos haciendo. Qué estamos consintiendo. En qué nos hemos convertido.
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 18/12/2019