martes, 5 de junio de 2018

EJEMPLARIDADES I, II y III



Lo de Pablo Iglesias y el chalé es lo de siempre: uno es de una manera hasta que puede permitirse ser de otra. Ejercer de comunista con una economía modesta es mucho más sencillo que continuar siéndolo cuando ganas un pastón. Lo que ya resulta más molesto es que al resto nos traten como si fuéramos tontos, y quizá lo seamos. Lo afirmado en el pasado ya no existe, lo prometido se esfuma. Lo dicho deja de ser regla para quien lo dice, si bien se mantiene en vigor para el que escucha. Recuerden lo del médico gordinflón que atendía las consultas fumando un puro de medio metro de largo: “Haga usted lo que yo le digo, no lo que hago”. Pues eso. Yo conozco católicos de misa diaria que han rechazado recibir la comunión de un sacerdote negro. Perdón, de color. De color negro, quiero decir. Pero el mensaje de Cristo no dice eso por ninguna parte. Al contrario: todos los hombres –y mujeres, claro, que hay que puntualizar- somos iguales, creados a su imagen y semejanza, y hemos de amarnos los unos a los otros como a nosotros mismos. ¿Y cuántos cristianos que dicen serlo cumplen o intentar cumplir las reglas básicas de su fe? Pues una minoría, la verdad. También conocí a un célebre comunista (o seo decía él que era), que vivía en un ático alucinante atendido por un mayordomo con librea. Ya saben: comunismo para el resto. Porque es muy difícil ser realmente como afirmamos y cumplir nuestras propias reglas. Yo mismo exijo desde esta columna tal y tal cosas que luego no me aplico. Porque una cosa es predicar, y otra, dar trigo. Y el que habla de la justicia social y la lucha contra el capitalismo se convierte en el mayor capitalista en cuanto puede. Y toma chalé con piscina. Se acabó el contacto con la calle, adiós a los barrios populares. Eso que lo practique el resto de la militancia, que a mí me da la risa. Y el que afirmaba que pagar impuestos era el acto más satisfactorio que podía realizar un español, se apropió de todo lo que pudo y se lo llevó bien lejos. Y sin pagar, claro. 

La causa más seria del problema de identidad que padece España estriba, precisamente, en que quienes ondean nuestra bandera, los que nos representan, no transmiten el ejemplo debido a la ciudadanía. La Familia Real y alrededores, todos los poderes, desde el legislativo hasta el mediático, pasando por el Gobierno, las cúpulas judicial, financiera, empresarial, sindical, eclesiástica, la nobleza…no superan la prueba del algodón. El poder español ha sido y es muy poco ejemplar. Mucho discurso engolado, mucha rojigualda o tricolor, mucha llamada a la unidad, al esfuerzo colectivo y solidario, pero también, mucho dinero escaqueado y trampas a tutiplén. Lo ancho, para ellos y lo estrecho, para el ciudadano de a pie. Por eso, no es extraño que cada vez haya más partidarios de que sus ladrones sean “de casa”. Ya que me van a robar de todos modos, prefiero a los de confianza. El otro día, un amigo la mar de cabreado hablaba de fusilar por traición a los líderes separatistas. ¿Y no son traidores los que dicen defender a España pero la saquean? ¿Qué gobernantes hemos tenido a lo largo de nuestra historia? ¿Cuántos de ellos amaron y respetaron al pueblo español? Observen el pelaje de los que hoy representan la unidad de España frente a los puigdemones. Qué clase política tan lamentable. Qué partido tan indecente ocupa el Gobierno. Qué Presidente tan impresentable. Y la Corona, también enfangada. ¿Cómo pretende el Estado ponerse de ejemplo frente a los disparatados independentistas? Precisamente, la falta de ejemplaridad de la representación española es el arma más potente del secesionismo. Y nuestro problema, el de la ciudadanía, es que se nos va la fuerza por la boca, nos escandalizamos mucho pero el calentón se nos pasa rápido. Y los mangantes prosiguen a su aire. Además, soportamos sus explicaciones, las insultantes justificaciones de sus tropelías e interesadas contradicciones. Iglesias no tiene más que aguantar un poco la marejada, esperar al siguiente lío, que en su caso son Zaplana y la sentencia de la Gurtel, y ya está. Unos en el chalé, otros coleccionando “casos aislados”, los terceros, al sol que más calienta y los de más allá, con su corazón a la izquierda y la cartera repleta a la derecha.

Igual es que soy muy simple, pero tiendo a fiarme más de los que viven como hablan, de los que hacen lo que dicen. El solidario que pide solidaridad, el pacifista que lucha por la paz, el ecologista que se comporta como tal, el antisistema que no vive del sistema, el creyente que es consecuente con los mandatos de su fe, el patriota que cuida y respeta su patria. Puedo estar de acuerdo con ellos o no, pero su coherencia es digna de consideración. Porque estoy harto de todos esos que se ponen como ejemplos cuando no lo son, ni mucho menos. El movimiento se demuestra andando y las lecciones, antes de darlas, hay que cumplirlas. Cada vez que arranco el día pensando que vaya mierda de pueblo, vaya mierda de región, vaya mierda de país, procuro fijarme en los auténticos ejemplos que nos rodean. Por la calle me cruzo con un matrimonio mayor que cuida bebés necesitados. El último, un churumbel precioso al que llevan como un bombón, está a la espera de que su madre consiga desengancharse de la droga. Y, mientras tanto, tiene un hogar amoroso y seguro aquí. Veo venir a otro buen hombre que empuja la silla de ruedas de su hermana minusválida, a la que trata con una delicadeza que emociona. Y me saludo con gente cumplidora y respetuosa, que busca el bien de los suyos sin desear ni causar mal a nadie, que cada día hace lo que puede para seguir adelante, que se esmera para que los que vienen detrás tengan un buen futuro. La ejemplaridad de la que carece, aunque presume de ella, la parte alta de la pirámide social, se puede encontrar más abajo. Claro está que hay una impresionante cantidad de tontos, así como de incumplidores, tramposos, vagos y egoístas que no mueven un dedo por nadie. Pero si este país, a pesar de todo, es uno de los mejores lugares del mundo para vivir, únicamente se explica por el esfuerzo sostenido de la mayoría de una sociedad que no merece el trato que recibe por parte de sus dirigentes. No es necesario alzar la mirada y buscar en las alturas los ejemplos a seguir. Los tenemos al lado.   

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 28/5, 30/5 y 4/6/2018

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