El 27 de septiembre de 2014, Jordi Pujol, en su comparecencia en el parlamento catalán para dar explicaciones acerca de las idas y venidas –bueno, dejémoslo en idas- de ingentes cantidades de dinero a Andorra, ya advirtió que “si andamos queriendo cortar una rama del árbol, acabarán cayendo todas las demás” o lo que traducido al román paladino significa que “yo no caigo solo”. Y quien dice “yo” dice “nosotros”. La instrucción era bien clara: “hay que defender a la “sagrada familia” del acoso de la justicia española”. Tenemos la Generalitat. Tenemos el boletín oficial. Tenemos las instituciones catalanas. Controlamos la información y los mecanismos de movilización. Pongámonos a tensar la cuerda. Tras todo este monumental lío provocado gracias a la perversa premeditación de unos y la incompetencia de otros no hay más que una operación de protección de un régimen político corrupto hasta las trancas y que hoy se está viendo en el desagradable trance de tener que sentarse en el banquillo de la justicia española. Los intocables tratados como chusma. Insoportable. Y en un entorno de crisis económica e inseguridad, lleno de gente sin nada que perder y algunos con mucho que ganar si la apuesta sale bien, y con una clase política estatal sumida en el más absoluto descrédito, avivar la llama nacionalista es extremadamente sencillo. Matorral seco, viento cálido, una cerilla prendida. Las consecuencias del incendio ya las tenemos delante. Pero es un incendio intencionado, provocado, que se declaró el 27 de septiembre de 2014 y que ha ido tomando cuerpo hasta alcanzar una dimensión formidable sin haber hecho nada para sofocarlo. Un incendio originado para levantar una pantalla de protección de los responsables y beneficiarios de la larga etapa política conocida como “pujolismo”, que abarca al menos dos generaciones de mangantes. Llegará el día en que muchos de los que el domingo, henchidos de catalanismo, depositaron su voto favorable a la secesión caigan en la cuenta de que aquella papeleta era en realidad un ladrillo con el que construir el muro de la inmunidad e impunidad de la “sagrada familia” y su corte celestial. Y como ya ocurriera en Alemania acabada la Guerra, pocos reconocerán entonces haber apoyado aquella locura. El detective raramente se equivoca: “sigue la pista del dinero”.
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 9/10/2017
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