miércoles, 1 de febrero de 2017

DE FÚTBOL



Vamos a lo que importa: el fútbol. Es ciertamente conmovedor que de un tiempo a esta parte los progenitores de las estrellas balompédicas del futuro se tomen tan a pecho su evolución que incluso lleguen a las manos unos con otros, insulten y agredan a los árbitros y agobien a los entrenadores. Hace tiempo que no voy, pero debe de ser la mar de emocionante asistir a un partido de alevines o infantiles. Qué pasión. Los padres, hechos unos energúmenos, soltando por esas boquitas todo tipo de barbaridades y dándose de mamporros en el graderío. Qué edificante. Qué futuro aguarda a esos niños con unos padres así. Si la cimentación de lo que seremos, de los rasgos esenciales de la personalidad, se produce en el entorno familiar, va a ser digno de observar lo que finalmente saldrá de estos hogares regidos por papás ultras. 
Pero, cambiando de tema, me tiene un tanto preocupado el creciente movimiento favorable a la instauración del videoarbitraje en el fútbol profesional. Es un error. No somos norteamericanos, que todo lo llevan al milímetro. Nuestro fútbol se alimenta de los errores, de las polémicas, del antes y el después de los partidos. Y, en ello, la figura humana del árbitro es básica. Como caminemos hacia la tiranía de la técnica, impersonal, imparcial y, en teoría, infalible, nos cargamos el ingrediente principal por el que el fútbol llega a resultar adictivo: la polémica. Sin colegiados que se equivoquen, sin goles fantasmas, sin fueras de juego que no lo son, sin expulsiones injustas, la salsa futbolera quedará sin lo que le da la chispa, eso que, aunque pique, nos induce a repetir. El fútbol tiene una parte de injusticia que ha de ser preservada. Si cada jugada dudosa, si cada movimiento, gesto o palabra quedan sometidos al escrutinio del ojo que todo lo ve y a un sistema de justicia instantánea, se nos privará del placer de discutir y chinchar sobre aquello de debió ser y no fue. Para qué vamos a gritar ¡penalti! si hay una máquina que lo va a determinar con absoluta precisión. No me gusta. Porque el futbol es un deporte en el que triunfan los que menos fallan, no los que más aciertan. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 1/2/2017

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