jueves, 22 de diciembre de 2016

PELUQUERÍAS



Urueña es el pueblo de los libros. Pedroñeras, el del ajo. Membrilla, el del melón piel de sapo. La Seca, el del blanco de uva verdejo. Estepa, el de los polvorones. Aranjuez, el del fresón. Jabugo, el del jamón. Y Mieres, el de las peluquerías. Porque, si bien es cierto que de un tiempo a esta parte se aprecia un poquito más de animación en cuanto a la apertura de nuevos negocios, lo sorprendente del tema es que la inmensa mayoría de ellos son peluquerías. Sí, se reabren locales que llevaban años cerrados a cal y canto, en los que en su tiempo hubo inmobiliarias, agencias de viajes, comercios de ropa, ferreterías… Pero hoy están ocupados por peluquerías. Que uno piensa si en verdad el tema capilar mierense está tan necesitado de cuidados. Porque, vamos, la oferta es descomunal, y de un día para otro, el sector crece como los champiñones. Si tiempo atrás fuimos conocidos como la capital del carbón, y después la de los perros, hoy, sin duda, somos el pueblo de las peluquerías. Alucinante. Está claro que somos proclives al monocultivo. La diversificación no va con nosotros. Lo que ya me plantea más dudas es si hay bastantes cabelleras para semejante superpoblación de tijeras. Con un censo menguante, no lo veo tan claro. Y tampoco se aprecia que los residentes de Mieres sean especialmente hirsutos. La verdad, no lo entiendo, pero en mi calle, en cuestión de un par de meses, tres peluquerías que se suman a las ya existentes. Y ya he dejado de interesarme sobre el destino de los locales en obras. Para qué preguntar; serán peluquerías. Así que, si la gente viaja a Las Vegas a jugarse las perras, a Benidorm clavar el palo de la sombrilla en la playa, a París a mirar y no tocar, a Nueva York a hablar castellano, lo suyo sería promover que vengan a Mieres a cortarse el pelo, o lo que sea que se haga en una peluquería. Y ruego a mis convecinos que, si a razón del burro así han de ser las albardas, yendo camino de la capitalidad peluqueríl, luzcan un pelo saneado, bien cortado y correctamente peinado. Flaco favor nos hacen los pelurcios.    


LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 14/12/2016

SABEN LO QUE DICEN



Por favor, atiendan un momento: ¿Cuál es el país europeo con mayor esperanza de vida? ¿Y cuál es uno de los de mejor calidad de vida? España, ¿verdad? Luego, piensen, ¿por qué hemos de adaptarnos a las costumbres del resto de Europa, a sus horarios, a sus tiempos de comida, trabajo y descanso, cuando los datos científicos demuestran que nuestro sistema es mejor o, al menos, nos permite vivir más tiempo? Vale, seguramente no somos tan productivos y eficientes como ellos, ni resolvemos con acierto la ecuación trabajo – familia, pero a las pruebas me remito: la organización al estilo del norte de Europa le lleva a uno a la tumba anticipadamente. Y es que comer a salto de mata un emparedado de pepinillos en escabeche no puede compararse a degustar tranquilamente un buen cocido. No hay color. Y por más que digan que lo suyo es lo moderno y civilizado, si te acorta la existencia no puede ser tan bueno. A no ser –y aquí viene el meollo de la cuestión- que de lo que se trate sea precisamente de acelerar la defunción de los españoles. Los japoneses tienen el mismo problema de longevidad, y eso que están expuestos a terremotos, tsunamis, tremendos vendavales y explosiones nucleares. Y aún así, no hace mucho que salió un ministro rogando a la población que viviera menos para que el sistema de protección social sea sostenible. Y el pobre, por sincero, fue defenestrado. Porque, al final, esto funciona como los seguros, para los que dejas de interesar en cuanto das el primer parte. En España, además, no solemos padecer la furia extrema de la naturaleza y, claro, a partir de los sesenta y tantos, empezamos a ser costosos. Ahora una vacuna, luego que si la próstata, la pensión, la pastilla para dormir… Y mal negocio si el cliente alarga este murri-murri veinte años más. En consecuencia, para mí que lo que están pretendiendo es acortarnos la esperanza de vida pero con disimulo, como si fuera un avance, a la europea, donde se fallece antes, haciendo que comamos las cochinadas que a ellos les matan, quitándonos el aperitivo, la siesta, mandándonos a la cama cuando hace sol. Ya, ya. A mí no me la pegan. 


LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 22/12/2016

DERECHOS Y OBLIGACIONES



No seré yo el que se oponga a la subida del Salario Mínimo Interprofesional, que aún con todo, quedará muy por debajo del establecido en los países a los que nos queremos parecer. Pero bueno, algo es algo. Pero, a mi entender, el meollo de la cuestión está en que a uno le paguen realmente por lo que trabaja. Porque hay millones de españoles que echan horas y más horas a cambio de una miseria. Los contratados a tiempo parcial pero condenados a jornada completa, los que superan los tiempos máximos fijados y que no perciben nada a cambio, pues con evitar el despido ya se dan con un canto en los dientes, los que no son compensados por los costes extra que les supone acudir a su puesto, los que hacen un montón de tareas para las que no fueron contratados, los que asumen responsabilidades que nadie les paga. Seamos serios; por mucha legislación laboral que haya, si los que necesitan mano de obra no se ajustan a ella, si se continúa consintiendo que los salarios se paguen en mano, rateando las cotizaciones sociales, si no nos ponemos firmes en el tema de “tanto trabajas, tanto cobras”, no hay nada que hacer. E igual a la inversa. Porque ya está bien de pagar sueldos a los vagos, a los zánganos que viven del cuento y del esfuerzo de los demás. Mientras no nos convenzamos de que este es un negocio basado en el principio de reciprocidad y que “si a ti te va bien, a mi también”, no hay nada que hacer. Y seguiremos con las trampas, con las amenazas de despido, con los escaqueos, con el fraude a la Seguridad Social, con los abusos.
Tan mal me parece que un empresario escatime sueldo y derechos a sus trabajadores como que estos pasen olímpicamente de cumplir con sus obligaciones. En esta tensión tan española de “a ver quién engaña a quien” reside nuestra baja productividad y los escasos índices de satisfacción de empleados y empleadores. E incierto futuro tiene un país con tantos empresarios que sueñan con “pegar el pelotazo”, venderlo todo y a vivir, y tanta gente en edad de trabajar prefiera no hacerlo. 


LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 3/12/2016

PENSIONES Y MIEDO



Si hay algo que me está fastidiando últimamente –y estoy haciendo un esfuerzo notable para que casi todo lo que me solía poner de los nervios hoy me resbale, más que nada, por mi salud mental- es la puñetera costumbre de este país de intranquilizar a los jubilados. No hay día en que no se hable del futuro de las pensiones, de lo poco que queda para que se acabe el fondo de reserva, del inevitable recorte de las pagas. De verdad, no hay derecho a esto, a amargar la existencia de los que se pasaron la vida contribuyendo, a incordiar a nuestros ancianos, que merecen, y se han ganado, la tranquilidad de unos ingresos regulares y garantizados. Pero cada vez que un jubilado se sienta delante de la tele a ver las noticias, zas, se topa con la cantinela de marras y se pasa los días con el comecome de no estar seguro de si cobrará la siguiente mensualidad. Insisto, no hay derecho a ello. Y lo digo porque lo conozco, porque trato habitualmente con unos cuantos y, los pobres, están inquietos. Si estamos haciendo mal las cosas, será cosa nuestra y, por tanto, habremos de ser nosotros los que paguemos las consecuencias –lo sé, tampoco debería ser así, y los perjudicados tendrían que ser los culiparlantes que ocupan los escaños y los consejos de ministros, pero somos conscientes de que las cosas no irán por ahí precisamente-. En la tertulia del contenedor tenemos varios ejemplos de jubilados preocupados que, además, ahora están tirando del carro de sus hijos y nietos, que se quedaron a dos velas. Y cada vez que ven un telediario se les ponen los pelos de punta. Y pasan noches en vela imaginando un futuro sin la pensión. Y por más que los demás insistimos en que eso, de suceder, ya no les tocará a ellos, no hay manera de tranquilizarlos. Me parece criminal andar jugando con algo tan serio y que afecta tan profundamente a una población sensible y vulnerable. Y utilizar el tema para captar sus votos a base de alarma y miedo es algo asqueroso.
Me revienta pensar que haya ancianos atemorizados por quedarse sin pensión. Y los hay. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 2/12/2016