martes, 29 de noviembre de 2016

DICTADORES




No hay mayor ciego que el que no quiere ver. Luego la discusión es del todo evitable. Para la bancada de la izquierda Fidel Castro no fue un dictador. Para la bancada de la derecha, Franco tampoco lo fue. Ni Lenin, ni Pinochet, ni Stalin, ni Mussolini, ni Mao, ni Videla, ni Pol Pot, ni Salazar, ni tantos otros. Sólo Hitler logra la unanimidad. Para unos por fascista y, para otros, por socialista. Objetivamente mirados, todos fueron dictadores, todos cercenaron la libertad de sus pueblos, todos persiguieron a la oposición y la disidencia, todos acosaron a las minorías, todos establecieron la equivalencia entre sí mismos y la patria, luego estar en su contra suponía estarlo contra la nación entera. Sin embargo, para la izquierda “sus” dictadores no lo son tanto y para la derecha los “suyos” tampoco. Unos son más bien “líderes revolucionarios” y otros “salvadores de la patria”. La izquierda democrática es tolerante con “sus” dictadores, como lo es la derecha y, al final, el tirano del otro bando siempre será el que mate más, el que más oprima y el mayor saqueador. 
No deberíamos olvidar que, en el fondo, cada uno de nosotros lleva dentro su propio dictador y la democracia no deja de ser una regla de juego para que millones de pequeños dictadores, unos rojos y otros azules, pero sobre todo, de sí mismos, puedan convivir sin despedazarse. No hay más que ver el comportamiento general para darse cuenta de que la inmensa mayoría de los que se declaran demócratas lo son “por exigencias del guión” y, si pudieran, impondrían sus ideas por las buenas o las malas. Por tanto, si mi ideología tiende al social-comunismo, Fidel Castro no es malo. Pero si me venzo hacia liberal-capitalismo, es el mismísimo demonio. E intentar convencer a unos y a otros es una labor inútil a más no poder. Como pretender poner de acuerdo a los cubanos, que 57 años después mantienen opiniones radicalmente opuestas sobre una misma persona.
Y es que, al final, acabas teniendo la impresión de que a la mayoría de la gente le gustaría vivir en una dictadura. De derechas o de izquierdas. A cada uno, la suya. 
 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 29/11/2016

EXPLICARSE



Montoro –por favor, no confundir con Montoto, que una simple consonante lo convierte a uno verdugo o víctima- acaba de hacer otro glorioso juego de palabras para anunciar que en breve nos van a subir los impuestos. La parrafada vino a ser algo parecido a “se va a explorar la posibilidad de avanzar en la modificación de algunos impuestos”. O sea, lo que toda la vida de Dios se entendió como “subir los impuestos”. Que no sé por qué se empeñan en explicar las cosas de formas tan enrevesadas si al final se sabe todo. Pero debe de ser cosa del lenguaje oficial. Como lo que dijo Cospedal de la pasta que pagó su partido a Luis “el cabrón” para que se largara de la sede, aquello de la “indemnización en diferido en forma de simulación de lo que antes era una retribución”, una antológica intervención que le ha terminado valiendo un ministerio y que yo me pongo en Youtube para que me levante el ánimo cuando estoy algo tristón. Y me río tanto cada vez que lo veo que vaya si anima. Peter Sellers metiendo la pata de continuo en las pelis de La Pantera Rosa, el Coyote despendolado detrás del puñetero Correcaminos y Cospedal dando explicaciones; estos son mis clásicos contra los ataques de melancolía. 
Y a los clásicos tributarios, tabaco, alcohol y gasolina, va a recurrir el Ministro de Hacienda para llenar un poquito más las arcas del Estado. O sea, lo que se hizo siempre. Nada nuevo bajo el sol. Los que siguen dándole al fumeque, ellos verán, pero matarse va a acabar saliéndoles por un pico. El bebercio lleva camino de ponerse a precios europeos, o sea, inasequible para los bolsillos normales. Y los combustibles, que no bajan del euro por litro ni aunque la OPEP los regalara, pues lo mismo. Pero véanlo así: es por nuestro bien, para que fumemos menos, le demos tregua al hígado y no nos juguemos el bigote yendo de acá para allá en coche todo el santo día. Mejor quedarse en casita sin gastar nada, que para eso nos clavan a la pared con el recibo de la luz. Si es que a buen entendedor pocas palabras bastan. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 26/11/2016

martes, 22 de noviembre de 2016

EL Y ELLA



Pasea por su barrio y se siente extraño, desplazado. No identifica el lugar en que nació, creció y vive. Los vecinos de siempre, las pieles blancas y las pupilas claras se pierden en un mar de ojos rasgados, chilabas, pieles oscuras. Y no puede evitar la inquietud de no reconocer su propio entorno, pero calla para no ser tachado de xenófobo y racista. Le dijeron que la unión de los países sería beneficiosa. Sin embargo, cambiaron su moneda por otra común y su capacidad adquisitiva se resintió. Las fronteras fueron derribadas y la fuerza productiva huyó. Hoy, el empleo de su hijo pende de un hilo. Y el futuro de su nieta es del todo incierto. Porque, además, el colegio del barrio, que antaño significaba seguridad y conocimiento, hoy no asegura nada de eso. Y desde la ventana del salón ve pasar la vida en una dirección que no le gusta. Unión, globalización, multiculturalidad. Nada de ello le ha reportado beneficio alguno. Pero no se atreve a manifestarlo, porque la moral predominante lo condenaría.
Para ella, su pueblo cambió radicalmente. La mayor parte de la gente de su infancia y juventud se fue. Y su lugar lo ocupan hispanoamericanos y orientales. Las granjas de las afueras subsisten a duras penas porque la competencia global es infernal. Y la fábrica en la que trabajó su esposo hasta la jubilación echó el cierre para implantarse en el extranjero. Hoy sus hijos viven lejos y tienen empleos inestables y mal remunerados, aunque el coste de la vida ha aumentado sin parar. Y observa la calle principal del pueblo, que no se parece en nada a la de su niñez. Y siente que una familia tradicional, de raza blanca, tan común medio siglo atrás, hoy parece una excepción. Sí, la modernidad produjo cambios en su vida, pero no está a gusto con ellos. Pero no lo dice, porque de inmediato sería descalificada.
El y ella solo tienen una oportunidad de expresar su descontento: votar. Y a ambos lados del Atlántico, otros muchos como ellos, muy decepcionados, lo están haciendo. Porque si el futuro mantiene el rumbo actual prefieren dar la vuelta. Y que no lo reconozcan públicamente no significa que no estén ahí.     

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 22/11/2016

NO APRENDEMOS



Lo más triste del tema es que, cuarenta años después, no hayamos sido capaces de mejorar el sistema educativo franquista. Es más; lo empeoramos gravemente hasta llevar a nuestro país a posiciones retrasadas del escalafón de calidad de educación. Hemos conseguido, lo cual debería ser motivo de orgullo para sus impulsores, que el español en edad de formarse aprenda menos y peor.
Recuerdo que allá a primeros de los años 80 se produjo una importante inundación en Valdepeñas. Poco después pasé por allí en tren y vi una tapia en la que se podía leer en grandes letras negras: Con Franco llovía menos. Bueno, pues qué vergüenza, pero con Franco se aprendía más en la escuela. 
La nueva y espinosa legislatura acaba de inaugurarse con la iniciativa socialista de derogación, con el apoyo de la mayoría del Congreso de los Diputados, de la ley educativa pepera, que creo que no llegó a ponerse en marcha. Ello significa que, entre tanto, nos mantendremos con la ley precedente, la socialista, cuyos fabulosos resultados a la hora de propagar la ignorancia han quedado de sobra contrastados. Hombre, todo es posible, pero se me hace difícil pensar que la LOMCE pueda ser aún peor que la LOGSE pero, en fin, parece que no habrá oportunidad de comprobarlo en la práctica. Aunque, de todos modos, la gloriosa decisión de trocear la educación en porciones autonómicas, en un país de chiflados e ineptos como el nuestro, garantiza el fracaso, más de cuarenta años después algunos ya deberían ponerse colorados al leer las estadísticas y afrontar el hecho de que el sistema educativo es una cuestión de Estado, a no ser que lo pretendido –que no es descartable- sea la consolidación de una sociedad inculta y aborregada, cuyo pastoreo siempre resulta más sencillo.  
La presente falta de potentes mayorías parlamentarias parece un escenario propicio para abordar de una vez por todas la creación de un sistema educativo de calidad y futuro. No hay que inventar nada; con fijarse en los modelos que funcionan, sería suficiente. Y si, además, en un arrebato de sensatez, el Estado recuperase la competencia exclusiva en materia educativa, vamos, eso podría ser la pera limonera. Me parece que estoy pidiéndole peras al olmo. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 17/11/2016

lunes, 14 de noviembre de 2016

TRUMP POR SAN MARTÍN (SECUELA)



Con las dotes de adivinación que me caracterizan, el otro día dejé por escrito que a Trump le llegaba su San Martín. Qué gran ocasión perdí de haberme callado. Porque lo mío tiene delito, lo reconozco: no solo soy proclive a los pensamientos erróneos sino que, encima, los plasmo en una columna del periódico para que quede buena constancia de ello. Ciertamente, a Trump le llegó el San Martín, pero equivoqué su papel en la función: yo lo veía despanzurrado sobre el banco cuando la realidad ha constatado que era el matarife. Y el gochu era hembra. Vaya fallo. Esto de leer el futuro no es lo mío, está claro. 
Es posible que lo que me suceda sea que inconscientemente me niego a ver y aceptar las evidencias que tengo delante. El populismo –y considero un error ponerle adjetivos, que si unos de izquierdas y otros de derechas-, el populismo, digo, está calando hasta lo más hondo de las sociedades modernas. Acabo de leer un estudio que revela que el 80% de la ciudadanía estadounidense manifiesta estar harta de los políticos. No es solo un dato: es el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo del mensaje populista, el de “a todos estos chupones me los voy a llevar por delante”. La deriva de la política tradicional, tan encadenada a los intereses de los más poderosos y tan apartada de la calle, está alimentando este peligroso fenómeno. Y si alguien representa la política de salón que jamás pisa sobre el duro suelo es Hillary Clinton. 
Los electorados occidentales están asustados y cabreados, son como habitaciones repletas de cartuchos de dinamita. Unos, con sus prácticas corruptas y su desprecio al ciudadano, se encargaron de extender la pólvora. Y ahora aparecen unos tipos y unas formaciones con mecheros encendidos. La reacción colectiva es poco inteligente, pero la habitual en estos casos. En vez de mejorar, romper; en vez de corregir, destrozar; en vez de armonizar, expulsar; en vez de aproximar, apartar. Porque si las promesas de un mundo más unido e interrelacionado solo han traído más riqueza para unos pocos y desgracia general, normal que tanta gente ahora prefiera soltar amarras y volver a lo de antes. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCIAS 10/11/2016

lunes, 7 de noviembre de 2016

UNA BUENA CARA



Qué agradable es que te traten bien, que te reciban con un buen gesto, que se dirijan a ti con cortesía y amabilidad, que se despidan con una sonrisa. Es una forma baratísima y extremadamente simple de endulzar una vida que ya de por sí puede liberar buenas dosis de amargura.
Hace unos días acudí a una oficina pública a intentar resolver un asunto personal que tenía manga por hombro por mi culpa y sólo por mi culpa, por olvido, por lo de “ya si eso lo arreglo mañana”. Ya saben que “en casa del herrero, cuchillo de palo”, y en mi negocio procuramos poner en orden los papeles ajenos pero con frecuencia nos olvidamos de los propios. El caso es que allá me dirigí, consciente de mi “pecado” y haciéndome a la idea de que, dada la tardanza, el tema ya no tuviera solución. Pero he aquí mi sorpresa, y mi alegría, al ser atendido por una funcionaria amable, comprensiva y eficaz, que de buena gana se interesó por un asunto que pudo resolver positivamente. Y todo ello, con un comportamiento cortés y agradable. Si el tema no hubiera tenido arreglo la culpa habría sido mía y solo mía. Pero, además, lo tuvo. Y salí de las dependencias oficiales con la confortable sensación de haber sido atendido como a uno le gustaría que lo atendieran siempre. Que no se trata de que te acunen, que te reciban entre vítores ni que te ofrezcan un té con pastas. No es eso. Con un poco de amabilidad es suficiente. E interés y ganas de trabajar, por supuesto. Con frecuencia me encuentro con cada uno que parece peleado con la vida, con el ceño permanentemente fruncido, un gesto avinagrado y un trato al ciudadano del todo inmerecido. Pudiendo hacernos la vida más llevadera, ¿por qué hay tanto cascante empeñado en nublar el cielo azul? ¿Que tiene problemas? ¡Como todos! ¿Acaso la sonriente funcionaria que solucionó mi trámite no los tiene? ¿Quién está libre de ellos? Pero con esa cara como de llevar prendida en el bigote una apestosa caca de chucho no desaparecen. Es más, se agrandan. Bueno, tú sabes quién eres. Y te doy las gracias. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 6/11/2016

miércoles, 2 de noviembre de 2016

PSICÓPATAS



Un estudio reciente arroja un resultado de lo más preocupante: un ciudadano se cruza diariamente por la calle con una media de siete psicópatas. ¿Qué, cómo se les queda el cuerpo? Porque ya tenía yo la impresión de que hay mucho trastornado suelto por el mundo, pero que cada día siete psicópatas ronden cerca de uno, como que espeluzna. Luego hablas con los que saben de esto, se supone, y no se ponen nada nerviosos. Porque el término psicópata no hace referencia necesariamente a “sanguinario asesino en serie que no recoge las cacas de su perro”. No; psicópata, de psico y de pata, o sea, que algo le funciona mal dentro del cráneo. Como al cardiópata le carbura regulín la patata o al ludópata se le va la pasta en la tragaperras del bar. Y, claro, ¿a quién no le falla algo de la mollera? Luego es fácil que usted, que está tan tranquilo leyendo el periódico mientras saborea un café, pueda ser un psicópata y lo desconozca. Y luego se cruza conmigo por la calle y zas, a engrosar una estadística que da canguelo. Porque si descontamos a la gente que no sale de casa, que no es poca, va a resultar que tenemos la calle repleta de zumbados. Y conste que yo no soy uno de ellos. ¿Por qué puedo afirmarlo tan categóricamente? Pues porque me da la gana. Y esos repentes que me brotan de vez en cuando, como de arrebato de estrangular a unos cuantos, no son motivo de preocupación. Lo tengo controlado, por ahora. Otra cosa son los siete chalados con los que me cruzo cada día. Siete que se sepa. A ver cómo están de la azotea todos ellos. Y, además, hay días y días. Porque los hay que pones el pie en la acera y empiezas a ver cada careto raro que asusta, a tipos que discuten con su imagen reflejada en los escaparates, a otros a caminan dado alaridos a no se sabe quién… Y te preguntas qué pasa hoy, qué trae el agua del grifo para que lo más pirado de Mieres se haya puesto en movimiento. Y son más de siete. Vaya si son más. E, insisto, yo no soy uno de ellos. De momento. 

LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas 1/11/2016