Al menos una buena noticia, aunque con matices. Por fin, este año el toro de la Vega no murió alanceado tras sufrir el acoso de la horda sedienta de dolor y sangre. A veces, en este país rebosante de burricie se vislumbran algunos claros de civilización y humanidad. No muchos, pero son muy bien recibidos, como un soplo de esperanza que por momentos nos aparta de la demoledora sentencia que no queremos recibir: nosotros somos el eslabón perdido. Pero la buena nueva no puede ser completa pues el toro fue igualmente sacrificado, en la intimidad, eso sí. Los avances son lentos y, por lo visto, la muerte del astado continúa siendo requisito imprescindible para que el festejo sea tal, ya sea a lo bestia o en plan fino. Cabe pensar que tras el paseíllo entre la muchedumbre se le podría haber devuelto al campo para que continuara con su vida. Pero no; se lo cargaron en privado, supongo que para estofarlo. El caso es que, sea como fuere, el toro sigue estando condenado a muerte, se ponga como se ponga. Aún queda un largo trecho por recorrer hasta alcanzar la meta del fin de los espectáculos y festejos en los que se tortura y mata a los animales. Y en la competición entre los tauricidas y los animalistas congregados en Tordesillas para determinar qué bando es más energúmeno, siguen ganando los primeros, pero es de justicia reconocer que la diferencia se está acortando y hay un sector de los defensores de los animales que lleva camino de ser más bestia que sus defendidos. Y es que en España no hay manera con el término medio.
Por cierto, ojalá que den con el hijo de mil padres que el otro día se cargó un oso. Hace falta ser imbécil. A ver si los restos de la bala asesina conducen hacia el rifle y el tirador. Estas salvajadas no pueden quedar impunes. Ya está bien de lobos ahorcados, cepos en el monte y furtivos armados hasta los dientes campando a sus anchas. La verdad es que entre pirómanos y matarifes clandestinos estamos apañados. Hay que ver cuánta gente anda por ahí suelta que no superaría una ITV de la cabeza. Y muchos con escopetas.
LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas 25/9/2016
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