Y no es decir por decir, por ir por la vida de pájaro de mal agüero. Fíjense en el futuro que se nos avecina: mundo libre va a ser liderado por Donald Trump o Hillary Clinton. Del primero ya se ha dicho todo y nada bueno. La segunda, ay la segunda, qué historial de trampas, cuántos cadáveres en los armarios, qué impresentable. Y, aún con todo, parece ser la opción menos mala. En Francia, Hollande está completamente superado por los acontecimientos, en una presidencia que no es que le quede grande sino enorme. Qué momento histórico tan inoportuno para tener al frente de los galos al menos apropiado. En Alemania, Merkel ha tomado unas decisiones que ya en la lejanía se veían disparatadas, suicidas. Y ahora comienzan a asomar las consecuencias. Además, su supuesta solidez económica no es tal y fundamentales entidades financieras germanas están muy tocadas. Y por más que se pretenda disimular, el problema asoma. A los británicos les ha dado una ventolera de la que ahora parecen arrepentirse. Nosotros estamos como estamos, o sea, sin estar, en nuestra particular burbuja política que nos lleva a descuidar todo lo demás. Bélgica tiene un problemón de lenguas, razas y credos de no te menees. Italia permanece en su “tente mientras cobro” y venga a sacar gente del mar. Grecia, mejor ni la mentamos. Turquía camina decididamente hacia la radicalidad islamista, una infección que también se extiende por África. Las potencias emergentes han dejado de emerger y, como en el caso de Brasil, vuelven a caer víctimas de sí mismas. Y lo más aterrador: la única figura política que está aportando algo de firmeza y determinación ante las amenazas que se nos vienen encima es Vladimir Putin. Vaya cómo tenemos el patio para que este pájaro se haya convertido en un referente.
Por eso les digo que, en estas condiciones de debilidad, somos presas fáciles. Continuamos desenfocados, envueltos en discusiones intestinas, que me voy o que me quedo, que si juntitos pero poco, a merced de unos enemigos a los que ya hemos mostrado nuestros puntos flacos. Y como la ley de Murphy es inexorable, no hay más que esperar a que los americanos elijan la peor de sus pésimas opciones.
LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas 28/7/2016
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