No es que Vladimir Putin sea un tipo muy recomendable, pero cuando acierta, acierta. Cuentan que a la petición de los representantes de Arabia Saudí de permitir la apertura de más mezquitas en suelo ruso, el agudo Vladimir respondió: “¿Aceptará el gobierno saudí que en su territorio se levanten templos cristiano-ortodoxos?”, a lo que la delegación del país árabe respondió rotundamente que imposible, que sus leyes prohíben tal cosa. “Entonces” -concluyó Putin- “retomaremos esta conversación cuando deje de estar prohibido”. Ya conocen esa práctica tan extendida de “lo ancho para mí y lo estrecho para ti”.
Creo que a lo largo de todos estos años escribiendo en esta columna ya les he hecho partícipes de mi manera de pensar, que se basa en un principio por encima del resto: la libertad. De ahí que me pareciera un abuso, además de una majadería, la prohibición de las banderas independentistas catalanas en un estadio de fútbol. Lo mismo que los pitos al himno español y al Rey. Habría que indagar en las causas en vez de establecer limitaciones a la libertad de expresión. No quiere ello decir que esté de acuerdo con tales manifestaciones, que, más que nada, me parecen un penosa exhibición de mala educación. Pero es que el que quiera ser un maleducado está en su derecho. Es una pena, sí, pero es su decisión. Se puede ser independentista sin ofender innecesariamente los sentimientos ajenos, lo mismo que se puede estar a favor de la unidad de España sin burlarse de la simbología catalanista. Bueno, a lo que iba; que estando conforme con la reacción contraria a la prohibición de las “esteladas” –que vaya pasada de frenada más inoportuna se marcó la Delegada del Gobierno en Madrid-, no deja de ser curiosa la vara de medir utilizada desde Cataluña, donde hay verdaderos problemas para que ondee la bandera española y suene el himno nacional. O sea, que lo que tú no me consientes a mí he de consentírtelo a ti. Este es el meollo de la cuestión, lo que casi nadie asume, que tanto tú como yo seamos libres y lo aceptemos. Y si exiges poder mear en mi portal, habrás de consentir que yo pueda hacerlo en el tuyo. ¿O no?
Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 24/5/2016.
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