martes, 22 de diciembre de 2015

SOLSTICIO



Que conste que llevo días practicando para celebrar el solsticio, luchando por evitar cualquier caída en las despreciables tradiciones cristianas de las que hemos de renegar. No se crean, es un ejercicio te tiene su complicación. Porque eso de que la noche del 24 uno se pone hasta las orejas de pavo, cava y turrón porque sí, sin motivo alguno, porque apetece y punto, como que tiene mala justificación. Y si el 25 cae de viernes, ¿por qué es festivo? Y el gordo canoso vestido de colorado que escala las fachadas para colarse en las habitaciones de los niños no es más que eso, un gordo canoso vestido de colorado. Y a ese trío multicolor a camello con la intención de entrar en nuestras casas la noche del 5 de enero tras desfilar en la cabalgata, pues no se, como están las cosas, igual los de inmigración deberían echarle el guante. Además, en un tiempo en que nadie da duros a cuatro pesetas, a santo de qué vienen estos fulanos con regalitos. ¿Qué tiene que ver todo esto con el solsticio? Yo creo que habría que intervenir. 
¿Y qué anuncia el angelito trompetero que ilumina mi calle? Pues como es lógico, el solsticio de invierno. Qué otra cosa podría ser. No es para menos. Es el día más corto del año. Yupi. Hay que celebrarlo por todo lo alto. Olviden rancias costumbres religiosas. Además, según la Wikipedia, “el solsticio de invierno corresponde al instante en que la posición del Sol en el cielo se encuentra a la mayor distancia angular negativa del ecuador celeste”. La juerga padre. Déjense de belenes, arbolitos horterizados, villancicos y chorradas por el estilo y festejen el solsticio con frenesí. 
Ya estamos logrando que triunfen los bautizos y las primeras comuniones civiles, que anda que no hay que echarle imaginación. Ahora le toca el turno a la Navidad descristianizada, que también tiene tela, celebrando no se sabe qué, pero celebrando, porque de eliminar festivos y zampamientos, ni hablar. En el absurdo afán de borrar todo lo que huela a cristianismo se acaba cayendo en las más ridículas contradicciones. Como lo es que un centro comercial kuwaití o una plaza surcoreana en estas fechas se llenen de espumillón, bolas de colores y envoltorios brillantes, para celebrar ese no se sabe qué.   

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 20/12/2015

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