lunes, 16 de noviembre de 2015
DOCE AÑOS
A Tony Blair le ha llevado doce años pedir perdón por la guerra de Irak. Efectivamente, como era sabido, de armas de destrucción masiva, nada de nada. De los de la foto de las Azores no es probable que siga el mismo ejemplo George Bush. Y a José María Aznar no se le conoce la capacidad de reconocer errores y, menos aún, disculparse. Tan solo ha llegado a admitir hoy que desconocía lo mismo de lo que estaba completamente seguro en 2002. Hagamos un pequeño ejercicio de historia ficción. Imaginemos que Aznar, desconfiando de la “información” que le daban los americanos y atendiendo al clamor de su pueblo, se hubiera opuesto al ataque contra Irak. Probablemente la intención de voto al PP no se habría desplomado y no es descabellado pensar que el atroz atentado del 11-M no hubiera ocurrido. Y, consecuentemente, España podría haberse evitado tener en la presidencia del Gobierno a Zapatero, el tipo más incompetente justo cuando se nos venía encima una monumental crisis económica, algo anticipado por ciertos notables del PP como Pizarro y negado categóricamente por el PSOE hasta que fue demasiado tarde. Seguramente hoy estaríamos recuperando la normalidad en vez de continuar renqueantes tras el formidable morrazo que nos dimos. Que nos dieron, corrijo. Qué distinta podría ser nuestra actual situación por salir o no en la infausta foto del trío de las Azores.
Y qué decir del panorama global. Sin la intervención en Irak, es razonable suponer que ese país habría conservado su estabilidad en vez de acabar convertido en un páramo arrasado y que los brotes extremistas se habrían controlado. Esos brotes que crecieron con tanto vigor en el terreno destrozado tras la guerra y que se han extendido tan alarmantemente hasta convertirse en una amenaza de muerte a nuestra confortable sociedad occidental.
Doce años después, ¿qué hemos llevado a Irak? ¿Paz? ¿Libertad? ¿Democracia? ¿Prosperidad? ¿Y a Afganistán? ¿Y a Siria? ¿Están ahora mejor que antes? Nos metimos de cabeza en el avispero, cabreamos a las avispas, que ahora pican a propios y extraños, y además pretendemos mantener las distancias para que los picotazos no se produzcan en nuestra casa, algo que no hemos logrado. Una foto. Tres individuos. Un completo desastre. Ninguna responsabilidad asumida.
Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 15/11/2015
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