lunes, 29 de septiembre de 2014

SE VA GALLARDÓN





Recuerdo que estaba paladeando unos chipirones a la plancha que acababa de preparar Cris cuando me sobresalté como hacía tiempo que no me sucedía. En la tele aseguraban que Gallardón se planteaba dimitir. Del brinco no tiré la comida por los aires de puro milagro. Y miren que yo soy de natural contenido y que raras veces caigo en las falsas ilusiones de los rumores. Pero es que aquello era muy fuerte, un acontecimiento que, de cuajar, quedaría a la altura de la hazaña del Rey Pelayo y del Descubrimiento de América en cuanto a relevancia histórica de España. Y resulta que era cierto y la trascendental decisión, que marcará un antes y un después para este país necesitado de liberarse de las ataduras que impiden su avance, es una realidad.
La gente la tomó con Wert desde el principio, por chuleta, respondón y desafiante, cuando el elemento demoledor del Gobierno de Rajoy ha sido Gallardón, que allá por donde pasa deja unos socavones tremebundos, un hombre determinado a que resulte imposible olvidar su ejecutoria como ministro de Justicia, cuyas funestas consecuencias estamos padeciendo.
El frenazo ordenado por Rajoy a la reforma de la ley del aborto es la causa de esta fenomenal noticia. Por lo visto, los votos priman sobre la supuesta cuestión de conciencia. Dentro del PP se estaban temiendo que metiéndose a remover tan delicado asunto –que maldita la falta que hacía, por cierto-, se les desprendería un buen puñado de papeletas, muy necesarias cuando se acerca un nuevo periodo electoral y conviene asegurar la clientela de la zona centro aunque ello encolerice al ala más a la derecha que, en el peor de los casos, se abstendrá, pero no votará al rival directo. Pues yo iría más allá en las previsiones: la desaparición de Gallardón del Gobierno y sus proximidades podría propiciar que el PP recupere el colchón de seguridad.
A Gallardón lo tengo atragantado casi desde su nacimiento político. Y el día en que vi la alineación de Rajoy, con el ínclito Alberto en la cartera de Justicia, todos los nubarrones se me echaron encima. Y me temí lo peor. Y lo peor llegó. Porque con Gallardón al frente no podía ser de otra forma. Pero ahora, sin él, ¡ay madre!, se abren claros en el cielo.

LNE de Las Cuencas 25/9/2014

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