Se cargan a tiros a una dirigente del
PP y buena parte del personal lo celebra. Así está el patio. Porque siendo
pepera era fascista, luego muerta está mejor que viva. Uno menos y que cunda el
ejemplo. Una ojeada a las redes sociales y los foros de internet y se queda uno
estupefacto.
Hace varios días vi una de las
diversas versiones cinematográficas de los juicios de Nuremberg. El pasaje que
se me quedó grabado es aquel en que uno de los personajes manifiesta haber
hallado la explicación a la pasividad e indiferencia del pueblo alemán ante el
horror nazi. La falta de empatía, dijo, la incapacidad de ponerse en el lugar
del otro. A menor escala, algo similar se vivió en el País Vasco durante cuatro
décadas. Unos morían mientras la mayoría seguía a lo suyo, sin inmutarse,
motivo por el cual el terror dominó la sociedad durante tanto tiempo.
Día a día advierto que esa ausencia
de empatía se extiende y son cada vez más los que aplauden y festejan los
dramas sufridos por quienes consideran sus enemigos, que vienen a ser los
opuestos ideológicamente y los rivales futbolísticos. Porque no es broma, que
si en una de estas se estrella el avión del equipo contrario, se descorcharán
muchas botellas. Y es que odiar es fácil. E inculcar el odio es pan comido. Es
un sentimiento primitivo, que reside en la raíz primaria del ser humano, y que
convenientemente estimulado lleva a lo que lleva, a que se festejen los
asesinatos.
Cuando atentaron contra Aznar se dijeron
auténticas barbaridades; cuando se vino abajo el helicóptero de Rajoy y Aguirre
muchos lamentaron la falta de altura; la muerte de Carrillo fue ampliamente
celebrada; y sobre la enfermedad y fallecimiento de Suárez, en fin, mejor me
callo.
Creo que deberíamos comenzar a pensar
en defendernos de nosotros mismos. La maldad es universal y sus corresponsales
en este país no son pocos. Pero más preocupante es la cantidad de tontos que
habitan en España. Se cuentan por millones. Y son peligrosísimos porque,
incapaces de pensar por sí mismos, se convierten en presa fácil de los
manipuladores. Y puestos en marcha son devastadores. Pido a Dios que me proteja
de los tontos, que de los malos ya me defiendo yo.
Publicado en LNE de Las Cuencas el 15/5/2014
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