martes, 11 de octubre de 2011

HACE TRES AÑOS

Cuando hace tres años Lehman Brothers se vino abajo, arrastrando en su caída a un buen número de primeros espadas financieros, las autoridades españolas se apresuraron a manifestar que algo así no podía suceder en nuestro país porque el sistema bancario español gozaba de una salud a prueba de bombas y estaba protegido por una legislación que lo hacía prácticamente indestructible. Y ya ven lo que pasó a continuación, que podemos evitar detallar por ser de sobra conocido.
En el batacazo norteamericano de 2008 quedó demostrado de forma palmaria que el colectivo de directivos de entidades financieras reunía la mayor concentración de bastardos jamás conocida. Nos enteramos de que, mientras sus empresas se iban a pique, ellos se gratificaban con fabulosas sumas de dinero. Desde España se criticó ácidamente la falta de moral y la desvergüenza de unos sujetos responsables de la ruina. Y se aseguró nuevamente que algo así era impensable que pudiera ocurrir en nuestro país. Y, por lo visto, como era impensable, nadie pensó en prevenirlo. Ahora nos escandalizamos con lo que se está descubriendo en la CAM y en Nova Caixa Galicia. ¡Unos gerifaltes dispuestos a forrarse a lo bestia a pesar de que sus entidades están medio quebradas y sostenidas gracias a los fondos públicos! Es una canallada, sí. Son unos amorales que merecen arder en el fuego del infierno, sí. Hay que hacer lo que sea –insisto en “lo que sea”-, para que estos pájaros jamás lleguen a embolsarse esas millonadas, sí. Y si llegara a ocurrir, habría que hacer lo que fuera –insisto en “lo que fuera”- para que nunca pudieran disfrutarlas, sí. Pero, al mismo tiempo, tenemos que poner el foco sobre los incompetentes atontados que, ante el bochornoso ejemplo de los americanos, prefirieron continuar echando la siesta. Porque se pone uno de muy mala leche cuando oye que la normativa española no regula el asunto, que un fulano de estos se lo puede llevar a paladas sin más limitación que la aquiescencia del consejo de administración. Tres años, oigan. Han tenido tres años. ¿O acaso supusieron que, al contrario de sus colegas norteamericanos, los ejecutivos de entidades financieras españolas actúan con criterios morales y éticos mucho más elevados?


Publicado LNE 9/10/2011

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