jueves, 20 de diciembre de 2018

SECUELAS PERMANENTES




¿Qué es lo peor que le puede pasar a un país? Pues una guerra civil. Las agresiones extranjeras, las catástrofes naturales y los accidentes masivos suelen tener la capacidad de unir a los miembros de una sociedad para luchar contra el agresor, abordar la amenaza o recomponerse tras el destrozo. Pero la guerra civil es el enfrentamiento intestino, el odio entre iguales, la división llevada hasta la muerte. Y eso es lo que le ocurrió la España. La enfermedad más grave que puede sufrir un cuerpo social, tanto que, de sobrevivir, deja unas secuelas importantes y permanentes, entre las que destaca la partición entre vencedores y vencidos, una fractura que nunca vuelve a soldarse debidamente. Todos los ejemplos de guerras civiles muestran estos daños que no se superan por completo, si bien un propósito mayoritario de conciliación tras el conflicto los matizan. Por ejemplo, siglo y medio después Estados Unidos mantiene visibles las cicatrices de su enfrentamiento entre el Norte y el Sur. Aprendieron a vivir juntos, pero la herida ahí está. Las luchas internas entre los rusos quedaron resueltas con el aplastamiento y exterminio del bando perdedor. En el inmenso reloj de arena de la historia, no han caído más de tres o cuatro granos desde que en abril de 1939 se disparó la última bala de nuestra Guerra Civil, a la que siguió un prolongado periodo “ajuste de cuentas” y privación de libertad que desembocó en el voluntarioso abrazo de reconciliación que constituyó el fundamento de la Transición. Es muy poco tiempo. Y la sutura que intentaron los directamente implicados – y víctimas – de la tragedia ha tardado poco en abrirse de nuevo. Y así continuaremos generación tras generación. Porque “las dos españas” aún no están en disposición de convertirse por las buenas en una sola. De hecho, a día de hoy parece más probable que de dos pasemos a más españas incompatibles. Porque la unión cordial y solidaria bajo una misma bandera no se cultiva, no se enseña, no se intenta, no se trabaja. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 10/12/2018

miércoles, 5 de diciembre de 2018

ESCORAS



Los estudios sociológicos que he leído coinciden en señalar que la inmensa mayoría del electorado español se sitúa en el centro ideológico. Y, si acaso, con una suave inclinación hacia la izquierda. Pero como esto viene a ser como una manta que cubre la cama, a la que se nos va la mano estirando hacia un lado, el otro queda al aire. En la política patria se nos va esa mano. El centro-derecha español ignoró el modo mayoritario de pensar, rodó hacia el despiadado ultracapitalismo, insistió en las privatizaciones, en “hacer caja”, abandonando a su suerte a buena parte de la sociedad mientras unos cuantos se hacían inmensamente ricos. Entonces, la gente se cabreó, surgió el 15-M y cobró fuerza una extrema izquierda minoritaria. Después, el centro-izquierda volvió al poder apoyado por movimientos muy alejados del sentimiento español y partidarios del despedazamiento del país. Por si ello fuera poco, retomó con intensidad el mensaje anti eclesiástico que con frecuencia se pasa de frenada y agrede injustamente a la comunidad católica – más de dos tercios de la población -, al “franquistas”, al “fascistas”, al marcado y etiquetado de lo políticamente correcto. Pues, como era previsible, con la manta arropando el lado izquierdo de la cama, la derecha radical sale a la luz. Y ahora vienen los sustos, las manos a la cabeza y las infantiles pataletas. En España, los extremos son la consecuencia de las salidas de madre de los centros, que consiguen irritar a parte del censo, que se desliza hacia los costados. Y se produce la escora. Primero, hacia la izquierda. Ahora parece que toca a la derecha. Porque ya hay un número significativo de votantes hasta la coronilla: de independentistas, de escuchar que hay que entregar al Islam la mezquita-catedral de Córdoba y pedir perdón por la Reconquista y el Descubrimiento de América, de progresistas que viven y roban como potentados, de lecciones de lengua y ética, de que digan que ser y sentirse español es carca y antidemocrático… Y pasa lo que pasa. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 5/12/2018

lunes, 3 de diciembre de 2018

DESORDEN




Jean Paul Sartre dijo que “el desorden es el mejor servidor del orden establecido porque toda destrucción confusa debilita a los débiles, enriquece a los ricos y aumenta el poder de los poderosos”. Ahora, si me hacen el favor, echen un vistazo al panorama general. ¿A quién favorece este descontrol? ¿Quiénes sacan tajada? ¿Recuerdan lo del río revuelto? Si tenemos una clase política que defiende lo que defiende, que no son precisamente nuestros intereses, siguiendo las palabras de Sartre, el actual barullo adquiere pleno sentido. Claro, y en este revoltijo, la reacción del común de los mortales es “Virgencita, que me quede como estoy”, con lo que el trabajador se conforma con que no lo echen a la calle, el jubilado respira aliviado al cobrar su miserable paga, no vaya a ser que se la quiten, y todos nos amarramos a lo que nos queda renunciando a la exigencia de lo que nos pertenece y no recibimos. Porque el mundo y la España que se muestran están patas arriba y vivimos bajo múltiples amenazas llegadas por tierra, mar y aire. Pero, curiosamente, los estudios revelan que en medio de este “fregao”, los ricos son cada vez más ricos. ¿Cómo es posible? Pues porque una masa acojonada deja el campo libre a los depredadores. De ahí la estrategia global y, por ende, también española, de mantener las aguas en constante agitación. Pero la parte tragicómica de la historia viene al comprobar con qué facilidad picamos el anzuelo, qué poco necesitan los de arriba para que contribuyamos a un desorden teledirigido que va directamente en nuestro perjuicio. Fíjense: cuestionamos lo que nos inducen a cuestionar, salimos cuando nos lo dicen, lucimos los símbolos que nos imponen, protestamos cuando nos convocan, reivindicamos lo que nos marcan y nos vamos para casa cuando nos lo ordenan. Y ondeamos banderas, sostenemos pancartas y gritamos soflamas gracias a las que algunos engordan aún más sus caudales. Porque este desorden programado parece ser un negocio suculento. A nuestra costa.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 29/11/2018