jueves, 19 de julio de 2018

EL VERANO AUSENTE




¿Quién dijo que este año no tendríamos primavera? Superamos los mediados de julio y se mantiene el clima propio de abril y mayo, con sus nubarrones, tormentas, aguaceros y granizadas, matizados con esporádicos momentos de sol. Los que tienen miedo al cáncer de piel pueden estar razonablemente tranquilos, porque, como no sea arrimándose a la vitrocerámica, lo del tostado epidérmico está complicado. Al menos aquí. Los comercios de moda ya no saben qué exhibir en los escaparates. Desde luego, llenarlos de bermudas y camisetas se me antoja bastante arriesgado. Así es que ves desde bañadores hasta plumíferos, desde chanclas hasta katiuskas. De todo para un verano que se resiste a llegar. Casi mejor, porque no me veo chapoteando en el Cantábrico entre boñigas, que vaya lo que flota en la playa de Gijón. Eso sí, agua a mansalva y mínimo riesgo de incendios, que no todo va a ser negativo, porque tenemos a los pirómanos con las mechas mojadas. Por si acaso, no dejemos de vigilar, porque los tarados siempre están preparados para liarla. Oigan, que para trabajar estas nubes y la moderación térmica no estorban en absoluto. Otros años, a estas alturas tendría el despacho como un asador de pollos. Hoy, mientras escribo, por la ventana entra un aire suave y fresco. Y poco ruido, porque no está el tiempo para alborotar en las terrazas. Lo que les digo, que no todo va a ser malo. Además, me da la impresión de que a los veraneantes retornados que van por ahí presumiendo de bronceado se les está mirando mal, más que con envidia, como con desprecio, para que sepan que, aparte de estar opositando al melanoma, nos parecen unos insolidarios despreciables que desentonan con nuestra piel lechosa. Los únicos morenos que caen bien son los que nos venden la música pirata. Como si no supiéramos que más allá del tunelón del Huerna es posible contemplar el cielo azul. Bueno, y qué. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 19/7/2018

martes, 17 de julio de 2018

MUESTRAS



Qué alivio. Por fin llegó la carta. Los del programa de cribado del cáncer de colon dicen que no hay rastros de sangre en mis heces. Todo normal. Qué descanso. Porque no las tenía todas conmigo. Desde que mi enfermera me proporcionó el botecito para la recogida de la muestra hasta que completé el procedimiento lo pasé fatal. Según me advirtió de que en ocasiones pueden darse falsos positivos causados por una almorranita latosa o alguna fisura en salvasealaparte, comenzó a picarme el trasero. De verdad que estaba tan tranquilo hasta que me hablaron de ello. El poder de la mente es alucinante. Y, claro, a ver quién recoge una muestra con semejante picor. Y decidí esperar a ver si se pasaba. Y pasó. Lo malo es que mutó en estreñimiento. Maldición. Ahora fuerzo la evacuación, araño la tubería, sangro y, hala, culo en pompa y colonoscopia al canto. A esperar y beber agua como un descosido. Sólo disponía de día y medio más para completar el experimento. La siguiente mañana el atasco aún no estaba resuelto del todo. Volví a aplazar la toma de muestras. A mediodía reaparecieron los picores. Y por la tarde me llamó un amigo para ver juntos el partido. Y es de los que les va la comida muy, pero que muy alegre. Entre cervecita y cervecita, un plato de nachos con guacamole. Tremendo error. Faltaba media hora para hacer entrega de mi muestra y tenía el tubo de escape como la fragua de Vulcano. Pero no había alternativa. Era sí o sí. Y procedí entre escozores y escalofríos. Aquello tenía muy mala pinta, la verdad, pero no pudiendo escoger, me armé de valor y tomé la muestra. Y la entregué en el centro de salud casi pidiendo perdón. Si hay algo sospechoso, te llamarán. Pues lo que contiene ese bote ha de ser altamente sospechoso. Y esperé la llamada, que no se produjo. De milagro. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 15/7/2018