lunes, 29 de junio de 2015

MADE IN




Vuelve mi tía Pilar de Covadonga absolutamente emocionada. Un día de una claridad total, de cielos azules, de refrescante aire del nordeste. La cueva, la Virgen, la basílica, los lagos, les vaques, todo. Ella, que vive en Las Palmas, está sobrecogida por nuestra naturaleza espectacular y frondosa, por los valles y los picos, los prados y las playas, los escarpados acantilados y las suaves colinas. Y la comida. Qué rico está todo. Qué olores. Qué sabores insuperables. Y me muestra orgullosa su adquisición en el Real Sitio. Una pequeña medalla de nuestra Virgen con la letra del himno y la pera limonera. Made in Canadá. Tiene bemoles que los suvenires del lugar más representativo de Asturias estén fabricados fuera. Ni eso somos capaces de hacer. De la sidra, el líquido y gracias. Ni los cascos de vidrio, ni los corchos, ni nada más. La mayoría de los centollos, del Mar del Norte. Chapa, la que quieras, por kilómetros, pero ni una lavadora, ni un coche, ni una lata. Ni equipamiento de minería. Ni aperos de pesca. Ni material de montañismo. Ni calzado para pisar nuestros senderos. Ni paraguas. Ni envases para conservar las delicias que brotan de nuestro suelo. Siempre fuimos de sector primario y de ahí no nos saca nadie. Empleados y nada más que empleados. Eso del valor añadido, el riesgo empresarial, la iniciativa privada, no va con nosotros. Ahí están Covadonga y su Virgen galana. Guapo, guapo, requeteguapo. Pero que los recuerdos los hagan los canadienses, los chinos o quien sea. Menos los asturianos. Hasta ahí podíamos llegar. A verlas venir estamos más a gusto. A ver si nos cae algo. Y a quejarnos de lo que no llega. De lo que no hacemos, que es prácticamente todo, mejor callar. 
No le digo nada a mi tía Pilar. No es plan de pincharle el subidón de Covadonga que trae. Qué importancia tiene de dónde venga la medallita de marras. Pequeñina, galana y canadiense. Son las curiosidades de la aldea global. Que inventen otros; que curren los de fuera; que fabriquen los extranjeros, que madruguen los de ojos claros y lenguas ásperas.  Lo nuestro es otra cosa. No se sabe qué, pero otra cosa. 


Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 28/6/2015

jueves, 11 de junio de 2015

LA PARTIDA




Y finalmente, una plácida mañana de fina y suave lluvia, validó su billete para emprender el Gran Viaje. Y se marchó dejándonos la sensación de continuar entre nosotros, de permanecer silencioso al otro lado de la habitación, de aún ocupar el centro del sofá, de flotar en el pasillo. Aquella húmeda y gris mañana murió él y, en parte, morí con él sintiendo la amputación causada por un cuchillo de seda, incruenta, indolora en lo físico, pero amputación al fin y al cabo.
Por más que uno lo espere, por más que el final sea inminente e inevitable, la partida impacta en la línea de flotación causando un tremendo balanceo que acabaría echándolo a uno al suelo de no hallar algo a lo que aferrarse. Yo me aferré a su recuerdo; y más aún, al digno, delicado, atento y cariñoso cuidado que recibió en el Sanatorio Adaro; y al núcleo duro de esta familia, que acude al rescate a modo de puntal del edificio que se tambalea; y a las decenas de personas que quisieron dedicar un tiempo de sus vidas a consolarnos; y a los amigos venidos de muy lejos para abrazarnos; y a los que estaban de corazón, a los que sentimos a nuestro lado.
La mañana del lunes, a la salida del cementerio, una vez todo concluyó, me embargó un cálido sentimiento de tranquilidad, de haber hecho las cosas bien, de haber despedido a mi padre como se merece. El profundo vacío interior se suavizaba gracias a la sensación del deber cumplido.
No hubo dramas ni gritos de dolor. Hubo lágrimas de emoción, alegrías de reencuentros, risas de anécdotas y un inmenso respeto hacia el viajero que acababa de partir. Hubo miles de besos y abrazos sinceros. Hubo compañía. Hubo manos sobre nuestras espaldas que nos daban impulso. Tengo la seguridad de que hasta el viajero está gratamente sorprendido de la reacción que provocó su partida. Y eso me reconforta y me ayuda a seguir. Ahora, en esta estación somos uno menos y cada cual con su billete pendiente de validación. Mientras aguardamos el momento nos ayudaremos para que la espera sea llevadera.
Por último, quiero manifestar mi infinito agradecimiento a todos vosotros, que sabéis quienes sois, que aquí o allá, cerca o lejos, dedicasteis un momento a observar aquella luz que fue alejándose en el cielo.  

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 11/6/2015